Pequeños gestos, actitudes, comentarios y prejuicios que se manifiestan en lo cotidiano contribuyendo a la inequidad y colocando a la mujer en una posición inferior al hombre en ámbitos sociales, laborales, jurídicos y familiares.
Algunas de estas prácticas son tan sutiles que habitualmente pasan inadvertidas y, cuando se denuncian, son tildadas de exageraciones o se les resta importancia. Mientras tanto sus efectos repercuten en la salud mental de la mujer, minando su autoestima y desproveyéndola de energía y seguridad en sí misma.
Estas actitudes se convierten en una violencia de género invisible o, más bien, invisibilizada, basada en evidentes desequilibrios de poder que reflejan la vigencia del androcentrismo en nuestras sociedades. Es justamente su carácter micro e implícito el que hace de los micromachismos comportamientos de dominación masculina menos perceptibles y normalizados dentro de una sociedad patriarcal. Por ende, el principal problema de este ejercicio de poder reside en la falta de conciencia y la dificultad para reconocer y denunciar dichos actos.
Lo imperceptible igual está ahí
Origen del término“micromachismos”
El término “micromachismos” fue propuesto por el psicólogo Luis Bonino Méndez en el año 1991 para dar nombre a prácticas que otras y otros especialistas llaman pequeños actos de “tiranía” y “violencia soterrada”.
Para el autor éstos son “pequeños, casi imperceptibles controles y abusos de poder cuasinormalizados que los varones ejecutan permanentemente. Son hábiles artes de dominio, maniobras y estrategias que, sin ser muy notables, restringen y violentan insidiosa y reiteradamente el poder personal, la autonomía y el equilibrio psíquico de las mujeres, atentando además contra la democratización de las relaciones. Dada su invisibilidad se ejercen generalmente con total impunidad” (Bonino, 2004, p. 3).
Pierre Bourdieu lo llamó “neomachismo“. A diferencia de los actos evidentes de violencia contra las mujeres, los micromachismos son una forma de introducir el machismo de forma discreta en una sociedad que cada vez lo tolera menos.
En las instituciones y el trabajo
La cultura patriarcal genera una producción política del lugar de las mujeres en las sociedades capitalistas actuales que afectan de forma impactante el proyecto de vida. Las expectativas domésticas y de cuidado que a nivel cultural y social se establecen sobre las mujeres generan un piso pegajoso del cual es muy difícil salir. Este proceso de estancamiento en las posibilidades de construir un proyecto laboral en igualdad actúa como un obstaculizador y se articula a la construcción de vida de forma imperceptible y silenciosa desde prácticas micromachistas, generando grandes obstáculos para la autonomía de las mujeres.
Actualmente hay un esfuerzo desde las luchas feministas en identificar los procesos de violencia material y simbólica al que las mujeres somos sometidas, aún así estamos lejos de identificar y romper prácticas culturales naturalizadas que truncan, afectan y organizan de forma desigual la vida de todas las mujeres.
Pese a reivindicaciones históricas desde los años setenta y a la paulatina intolerancia de la sociedad frente a la violencia de género, hay pequeños restos de machismo que muchos y muchas siguen teniendo interiorizados.
Son secuelas de nuestra educación y de los productos culturales que nos han formado como personas.
Identificarlos y reconocerlos para desnaturalizarlos es la forma de luchar contra ellos.
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Créditos
Coordinación: Comité de Equidad y Género y Unidad de Comunicación Institucional (UCI)
Ilustraciones: Yoselin Souza y equipo de diseño de la UCI
Vídeos: Mariana Rodriguez y Leticia Durante
Textos: Adriana Rovira, Leticia Barros
Redes Sociales: Sarah Prates
Diseño web y programación: Leticia Barros
Referencia
Bonino, L. (2004). Los micromachismos. La Cibeles, 2, 1-6.