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"Naturaleza, te quiero cerca" (nota de prensa)

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Temática
Montevideanos que se van a vivir al interior del País
Medio
El País
Medio
Medio impreso
Conductor/a - Periodista
Daniela Bluth
Entrevistado/a o mencionado/a por Facultad
Fecha
FUENTE
http://www.elpais.com.uy/domingo/naturaleza-te-quiero-cerca-2.html

Cada vez hay más montevideanos que desandan el camino de sus antepasados y cambian el estrés urbano por la calma del campo.

Desde Montevideo venís por la Ruta 5 hasta la entrada de Las Piedras. Ahí cruzás hacia la izquierda por la rotonda y tomás la Ruta 48. Te vas a encontrar con un camino con varias curvas. Hay una estación de servicio,bah, un puesto de nafta. Pasá la 36 y seguí por la 48, donde está el cartel de INIA Las Brujas. Pasá un puente, hay una subida muy pronunciada, está la chacra Rafaela y por ahí aparece el cartel que anuncia el camino Luis Alberto Giménez López. Ese es el camino que tenés que tomar. A la altura del mojón del kilómetro 4 hay otros dos carteles. Ahí arranca el camino de balastro donde vivimos nosotros. Si querés en ese punto llamame. Parece difícil, pero es bastante sencillo llegar. O será que yo ya me acostumbré".

Y las dos cosas son ciertas. Es que hace 14 años que Claudia Puentes (49) se mudó de su casa en Avenida Italia y Propios a la chacra de 45 hectáreas en la zona de Las Brujas, en Canelones. Más que una decisión impulsiva, fue un proceso de un par de años. Con Jorge Fajardo, su esposo, siempre tuvieron la idea de la "casa afuera". Primero pensaron en la opción de playa, pero luego eligieron el campo. En el 98 compraron una gran porción de tierra con una pequeña casa sin luz eléctrica ni agua corriente. "Todo era muy pintoresco. Cuando apagábamos el generador le leíamos los cuentos a los chiquilines a la luz de la vela", recuerda Jorge (50). En aquel momento sus tres hijos hoy universitarios estaban en edad escolar y amaban la rutina del campo. "La idea era venir los fines de semana. Pero con el tiempo llegábamos el viernes de tarde y nos íbamos el lunes de mañana". Hasta que la pareja decidió hacer un cambio radical y mudar su vida a Las Brujas. "Al principio dejamos la casa de Montevideo vacía, sin vender ni alquilar, pensando en pasar un tiempo en la chacra y ver. Pero no volvimos más". Lejos del arrepentimiento, Jorge y Claudia (foto principal) están felices con su decisión. "¿Volver? De acá no nos sacan más", dicen.

Ellos fueron pioneros de un fenómeno que, de a poco, se ha vuelto cada vez más visible: personas jóvenes y profesionales que emigran de la ciudad al campo. O, al menos, a un entorno rural que les permite emprender un nuevo estilo de vida, lejos del ruido y del boom automotor pero con el mismo acceso al confort e Internet.

Se trata de "un fenómeno a pequeña escala demográfica" y con "características propias de los movimientos ecologistas y contraculturales que se iniciaron en los años 60", sostiene el profesor del Instituto de Psicología Social de la Facultad de Psicología de la Udelar, Juan Fernández Romar. Por lo general, agrega el experto, son personas que pertenecen a "cierto sector de las capas medias hacia arriba" que "difieren culturalmente de los habitantes tradicionales de zonas rurales" y que "aprovechan la conectividad, las pequeñas dimensiones de nuestro país y su suave orografía" paradesplazarse a algunas zonas rurales próximas a las ciudades.

En Uruguay no hay datos ni trabajos al respecto, advierte la socióloga Adela Pellegrino, quien, sin embargo, aporta un dato empírico: su hija Isabel, madre de niños pequeños, se mudó hace pocos meses a una chacra en Melilla. "Trabaja en el Centro y vive en el campo. Y como ella hay varios amigos que están haciendo lo mismo", ejemplifica. "Todavía no se puede hablar de una tendencia, son casos puntuales de personas de clase media o media-alta que optan por un estilo de vida diferente", explica la especialista en demografía.

 

LA FAMILIA

"La principal razón de la mudanza fue un tema de calidad de vida, sobre todo para los gurises", dice Jorge. Y no es el único. El combo entre una rutina menos estresante e hijos chicos forma el argumento más frecuente entre quienes cambiaron Montevideo por el medio rural. Criada en Cardona (Soriano) hasta los 8 años, Verónica Berlad (39) sentía que les "estaba debiendo algo" a sus hijas, Josefina (8) y Julieta (5). "Les faltaba algo que yo había tenido y que me había formado: independencia. En la ciudad los chiquilines no tienen capacidad de decisión sobre sus cuerpos: qué pueden hacer, cómo reaccionar si viene un auto, qué hacer si oscurece... Y hoy en día, ¿cómo le das esas herramientas en la ciudad? Pero después, a los 18 años, pretendés que elijan una carrera, que vivan solos..., es blanco y negro, no hay matices, y para mí eso no existe", opina.

El proceso para "acercar" su familia a la naturaleza llevó tres años, hasta que la semana pasada concretó la mudanza a una casa en un barrio privado de Canelones, donde las botas de lluvia están siempre listas para salir a chapotear y por la ventana se pueden ver varios potrillos. "Cuando nos íbamos para afuera las nenas pasaban ay, una araña, ay, me mojé. Ahí te das cuenta de que no estás haciendo las cosas bien. Yo siempre digo, un niño sin uñas negras se perdió la mitad de la infancia", cuenta.

Sin embargo, reconoce que su nuevo proyecto tiene una "pata floja": vivir en lo que ella llama una "burbuja", una elección que justifica en la seguridad. "Si hubiera esto mismo en un lugar que sé que no me van a copar lo hubiera elegido, sin dudas, pero todo no se puede, y acá no tengo ni una reja", explica. Por otro lado, valora las ventajas. La ruta Interbalnearia a pocos minutos de distancia y un acceso ágil y rápido a Montevideo le permite mantener las rutinas familiares.

A tres kilómetros de la parada de ómnibus más cercana, para Claudia y Jorge el cambio fue bastante radical. Sus tres hijos Lucía (23), Camila (21) y Facundo (20) dejaron el Elbio Fernández y pasaron a la escuela de tiempo completo de Cerrillos. En el pueblo, a diez kilómetros de su nueva casa, también hacían inglés y deportes. "Creo que la mudanza fue en la edad justa", reflexiona Claudia. "Ellos estaban al tanto de todo, pero teníamos miedo por el cambio de colegio. Me hice muchos cuestionamientos y al final tuvimos suerte". Rápidamente dejaron de ser los "bichos raros" y se integraron a sus compañeros. Hoy, la chacra está siempre llena de amigos de aquí y allá. "Los sacamos del consumismo inmediato, pero la idea fue venirnos y, al mismo tiempo, brindarles ciertas comodidades. Hicimos la piscina, un parrillero, siempre invitan amigos, organizan comidas, queremos que vengan, que no se vayan, aunque la vida te indica que en algún momento se van a ir". Lucía, la mayor, ya dio los primeros pasos y este año volvió a Montevideo para poder compatibilizar estudio y trabajo.

Más que para ellos cinco, la decisión fue difícil de asimilar para el resto de la familia. "A todos les parecía una locura mudarse al medio del campo con los chiquilines", recuerda Jorge. Pero el tiempo los convenció de que vivir rodeado de kilómetros de verde no era tan mala opción. Hoy, los vecinos más cercanos en una chacra al otro lado del camino son su hermana y su cuñado, aunque solo van los fines de semana.
 

EL PROYECTO

"Desde que empezamos el proyecto de familia, en el 95, siempre quisimos vivir en una chacra". A Laura Rosano (41)y Alejandro Arcauz (46) concretar ese sueño les llevó 15 años, pero hoy pueden decir que lo lograron. Tras varios años radicados en Suecia y Holanda, en 2004 volvieron para votar y se quedaron con gusto a poco. "Nos vinieron ganas de volver. Lautaro, nuestro hijo mayor, ya tenía diez años, entonces dijimos es ahora o nunca", cuenta Laura desde su chacra en San Luis (Canelones), donde vive con Alejandro y sus tres hijos. Compraron el terreno en 2007, pero el primer año lo pasaron limpiando y sacando chirca. En 2008 plantaron 450 árboles de frutos nativos, en 2009 construyeron la casa (con un sistema tipo "cabaña sueca") y en 2010, finalmente, se mudaron. Hoy, tiene dos molinos y ocho paneles solares para generar energía, además de tres perros, gallinas, patos y una yegua. "A mi hijo más chico, Tabaré, le encanta esta vida. Anda con los bichos a upa, todos tienen nombre, y conoce cómo funciona todo; es el guía cada vez que viene alguien a conocer la chacra".

En sociología, se empezó a hablar de "neorruralismo" para referirse a un fenómeno de migración desde las áreas urbanas a zonas rurales iniciado en la década de 1960, sobre todo en Europa y Estados Unidos, como parte de los movimientos contraculturales que cuestionaban las estructuras y los valores de la vida en la ciudad. En Uruguay, su rebote más visible se dio en el departamento de Maldonado. En el entorno del Cerro del Burro, en Piriápolis, hay ejemplos claros de este fenómeno. "Es gente con cabeza ecológica que busca entornos pacíficos, buena calidad paisajística y que además procuran establecer mejores formas de convivencia social que las que pueden desarrollar en las ciudades", explica Fernández Romar.

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