Ejemplo de esto son trabajadores y trabajadoras que no pueden dejar sus empleos y necesitan apoyo en el cuidado de sus hijos/as, adultos y adultas mayores que no están en condiciones de exponerse a hacer mandados, personas que están en situaciones de vulnerabilidad emocional o económica, y mujeres en contextos de violencia doméstica. Con ellos y ellas podemos colaborar y a nivel de la sociedad se están organizando distintas comunidades y colectivos. Ante dudas o inquietudes en cuanto a las medidas de prevención recomendadas se puede recurrir a las y los profesionales de la salud tanto del sector público como privado.
En síntesis, colaborar con estas situaciones desde un enfoque de vulnerabilidad en salud y desde una micro política del cuidado requiere, por un lado, reconocer todos los saberes que se están jugando en la respuesta a la propagación del COVID-19. Entre ellos, los saberes sociales y comunitarios son igual de relevantes que los del mundo científico, y tienen que poder dialogar y complementarse entre sí. Por otro lado, implica reconocer que no todos y todas nos encontramos en las mismas situaciones y que las recomendaciones generales que se hacen no siempre se ajustan a ciertos contextos y situaciones. Bajo las pautas generales de prevención es necesario valorar cómo se ajustan a los contextos en los que vivimos. Y por último, que en estos momentos límite podemos buscar soluciones que fomentan el individualismo y el sálvese quien pueda, o por el contrario, podemos poner a andar mecanismos solidarios, colectivos y que fortalezcan el sentido de comunidad.