Instituto de Psicología Clínica
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La psicóloga y docente especializada en prevención del suicidio Susana Quagliata dialogó con Caras y Caretas sobre la respuesta del sistema de salud y las estrategias de prevención del Estado.
En el 2021 se registraron 738 fallecimientos a causa del suicidio, según las últimas cifras informadas por el Ministerio de Salud Pública (MSP) en el marco de una actividad que realizó la cartera por el Día Nacional de la Prevención del Suicidio, que se conmemora en el mes de julio.
Del total de casos reportados, el 82% de los fallecidos fueron hombres y 18% mujeres. Desde el MSP, remarcaron que, aunque durante los últimos cinco años las cifras se mantuvieron, hubo “un aumento leve en el último año”, algo que “generó mayor preocupación por la situación”. En 2020 habían fallecido 718 personas por esta causa.
También informaron que, si bien la mayor tasa de suicidios se produce en personas mayores de 75 años, los jóvenes también son un grupo que genera preocupación. El suicidio es una de las principales causas de muerte en jóvenes de entre 15 y 29 años.
Con respecto al 2022, desde la cartera explicaron que los datos aún son muy preliminares, “sobre todo porque hay situaciones que desde el punto de vista legal no se pueden catalogar como suicidios” porque pueden tener otras causas. De todos modos, adelantaron que ya se observa que “no habrá mejoras en las cifras”.
Fallas sistemáticas
A la luz de las preocupantes cifras de suicidio reportadas, Susana Quagliata dialogó con Caras y Caretas sobre la respuesta del sistema de salud y las estrategias del Estado ante esta problemática. “Según expertos en suicidiología, por cada persona que muere por suicidio la afectación mínima es de seis personas más que forman parte de su entorno cercano. Por ejemplo, cuando hay un caso entre adolescentes, en instituciones liceales o de alta circulación de personas, el impacto puede llegar a ser de cien a más personas, ya que afecta a toda la comunidad educativa y genera un nivel de desesperanza que hace que estén en mayor riesgo. Es por esto que con el suicidio estamos frente a una emergencia nacional, fundamentalmente al mirar a población masculina, adolescentes y adultos mayores”.
Para la experta, la respuesta del sistema de salud para recibir los casos de intento de suicidio “sigue siendo muy deficiente” y “no se le da el debido seguimiento”, algo que, a su entender, “va de la mano con el accionar del Estado en el área de Salud Mental, a nivel público y privado. En tal sentido, cuestionó “la intencionalidad de mejorar las prestaciones en salud mental dentro del ámbito privado en detrimento del ámbito público”, perjudicando a los sectores más vulnerados. “Se ha observado que los profesionales del sistema público están migrando hacia el privado, por lo cual se dificulta acceder a consultas”. En tal sentido, sostuvo que la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la barrera principal que tiene la prevención del suicidio es la accesibilidad a la atención en Salud Mental.
Además, la profesional aseguró que los servicios de salud no cuentan con capacitación y formación de para todo el personal. “Se han hecho capacitaciones aisladas. Cuando llega la persona a la puerta de Emergencia, y no le ven una herida física, la situación se banaliza. Se requiere un cambio cultural también dentro de las instituciones médicas. Sabemos el importante peso que tiene la palabra del médico, vinculada a la verdad, con la valoración que hace después la sociedad. Al intento de autoeliminación hay que tratarlo como la emergencia que es, ya sea con psicofármacos o con otros medicamentos de los cuales no se habla, pero que también pueden conducir a la muerte, como tomarse cincuenta analgésicos o veinte pastillas para la presión. Hay formas que no son concebidas como intento de autoeliminación por el sistema de salud”.
La complejidad para acceder a los servicios, y lograr que se le preste la debida atención, se agudiza en departamentos del interior, donde muchas veces no hay psiquiatra de guardia. “Hay casos de intentos de suicido en adolescentes en los que se les dice a familiares que deben ir por sus medios al Pereira Rossel. Se generan obstáculos tras obstáculos y el usuario se cansa de pedir ayuda, mientras la institución está omisa porque no brinda la atención correspondiente que requiere una emergencia”.
Por otro lado, la profesional aseguró que tampoco ayuda la forma de concebir el intento de autoeliminación a nivel de la sociedad, teniéndolo como un tabú donde los únicos que pueden intervenir son los profesionales en la salud. “Al pensar el suicidio como tabú, a nivel social y del propio usuario, termina siendo un estigma”.
Sobre las acciones del Estado para prevenir la problemática, Quagliata opinó que las temáticas de la prevención del suicidio vienen siendo abordadas por la Comisión Nacional de Prevención del Suicidio desde el año 2010, pero que no cuentan con financiación para llevar adelante políticas fuertes en el territorio. Se trata de una Comisión honoraria conformada por los ministerios de Salud Pública, Educación y Cultura, Interior y Desarrollo, que tiene como cometido el diseño de políticas de prevención. Ha trabajado en el Plan Nacional de Prevención del Suicido en el año 2011 y en el 2020 participó de la elaboración de la Estrategia Nacional de Prevención del Suicidio. “El problema es que, si bien hay diseño de políticas y un buen plan, fallamos sistemáticamente en la articulación, en la prevención en red con los diferentes sectores de la sociedad e instituciones”.
Campañas: lo que sí y lo que no
Este año el Instituto Nacional de la Juventud (Inju) y el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) lanzaron la campaña nacional “Ni silencio ni tabú”, una acción de sensibilización sobre salud mental y bienestar psicosocial dirigida a adolescentes y jóvenes, que busca promover su involucramiento y participación en la temática, haciendo visible lo que piensan, lo que sienten y lo que proponen. Según informaron las instituciones involucradas, de la estrategia es “romper el silencio que existe sobre la temática y derribar la percepción de que la salud mental es un tema tabú”.
Esta campaña se compone de spot publicitarios, la creación de un sitio web que aborda la temática de la salud mental en la adolescencia y la realización de más de 300 talleres de sensibilización en todo el país. Las piezas audiovisuales están basadas en testimonios reales de adolescentes que alguna vez dijeron me siento mal, pero me da vergüenza decirlo; me siento sola, aunque esté con gente que me quiere; a veces quiero desaparecer; necesito hablar con alguien de lo que me pasa y no sé con quién. “Cuando contás como te sentís das el primer paso”, dice el spot.
Otra de las estrategias del Estado que se pudo ver este año fue la Iniciativa del MSP en el marco del Día de Prevención del Suicidio, conmemorado el 17 de julio. La campaña generó polémica debido a un mensaje que transmitía el comunicador Juan Carlos López, "Lopecito", quien relataba algunas conversaciones y anécdotas, apuntando al tratamiento de la depresión en el mano a mano con las demás personas, sin mencionar, por ejemplo, el tratamiento médico.
“El silencio hace bien, la soledad hace bien, pero a veces complica. Tener a alguien a quien contarle es absolutamente vital. Tener una oreja para el otro, un ratito para el abrazo. La posibilidad de decir: 'Mirá hermano, me está pasando esto'. Uno cuando descarga y se abre, ya está”, expresaba el comunicador en el vídeo que divulgó el MSP.
Al ser consultada sobre la efectividad de estas acciones, Quagliata evaluó de forma positiva que se “esté haciendo algo” para visbilizar la problemática, pero aseguró que para “modificar las cifras”, se requiere un cambio cultural, en cuanto a las políticas y responsabilidades institucionales”. La campaña “de impacto” del Inju le pareció acertada, con buenos spots enfocados en la importancia de que la personas no se sienta sola y de pedir ayuda. Con respecto a la campaña del MSP, consideró que “banalizaba” la problemática: “En uno de los spots, se planteaba el concepto de que cualquiera puede tener un día día, pero cuando una persona cometé un intento de suicidio o tiene ideas de muerte no tiene que ver con tener un día malo, sino que se trata de un proceso de sucesivos sufrimientos y experiencias que ha tenido la persona. El suicidio no se subsume a la depresión, la depresión es uno de los riesgos, pero no es el único. En tal sentido, creo que hay una banalización del estado que conduce al suicido, presentándolo como una situación de la que es fácil salir, cosa que no lo es”.
*Susana Quagliata es magíster en Psicología Clínica y docente de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar). Actualmente es la responsable del curso de formación optativa de grado “Suicidio en niños y adolescentes”. Desde 2017 está a cargo de un curso de formación permanente de prevención en suicidio destinado a profesionales de la educación y la salud. En representación de la Facultad de Psicología integra, desde 2009, una comisión asesora de la Comisión Nacional Honoraria de Prevención del Suicidio en Uruguay.
Líneas de ayuda
El Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) cuenta con prestaciones psicoterapéuticas y psicosociales en Salud Mental en los prestadores de salud y mutualistas.
La línea telefónica Vida de ASSE funciona todo el año, las 24 horas en todo el país. El teléfono es 800 0767 o *0767 desde el celular.
La organización Último Recurso realiza asistencia en crisis de manera presencial y online, psicoterapia focalizada y tratamientos a personas que han sobrevivido intentos de suicidio. Su página web es www.ultimorecurso.com.uy.