Ingeniera Civil y Licenciada en Física en la UDELAR, realizó una Maestría en Biofísica en Facultad de Ciencias (UDELAR) estudiando, en particular, la aplicación de modelos de redes neurales para el estudio del trastorno depresivo y, posteriormente, un doctorado y postdoctorado en las Universidades de Aberdeen y Dundee (Escocia), enfocandose en la aplicación de técnicas neuroimagenológicas para el estudio de trastornos psiquiátricos. Su actual investigación tiene como objetivo mejorar el entendimiento de los mecanismos neurales que subyacen a los trastornos psiquiátricos mediante el uso de experimentos comportamentales, técnicas neuroimagenológicas como la resonancia magnética funcional (fMRI) y modelos computacionales del funcionamiento cerebral. Es integrante del proyecto: Actividad cerebral en la depresión.
Línea de investigación:
Estudio de los mecanismos neurales que subyacen a la toma de decisiones de acercamiento-evitación social en depresión
Centro de Investigación:
Centro de Investigación Básica en Psicología
- Neurociencia Cognitiva y Salud Mental
Instituto de Fundamentos y Métodos en Psicología
Dirección: Tristán Narvaja 1674 (EDIFICIO CENTRAL)
Ubicación: NIVEL 2
Teléfono: (598) 2400 8555
Interno: 340
Centro de Investigación Básica en Psicología (CIBPsi)
Dirección: Tristán Narvaja 1674 (EDIFICIO CENTRAL)
Ubicación: NIVEL 2
Teléfono: (598) 2400 8555
Interno: 285 y 286
Victoria Gradin encabeza un equipo interdisciplinario de investigación en salud mental dedicado a estudiar qué ocurre en el cerebro en personas con trastornos como la depresión o la ansiedad social. Un trabajo realizado por este grupo observó los cambios en la actividad cerebral ante la comparación social en más de 100 personas y obtuvo resultados novedosos que aportan al conocimiento en esta área de la salud.
Gradin es profesora Agregada del Centro de Investigación Básica en Psicología (CIBPsi) en el Instituto de Fundamentos y Métodos en Psicología de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar). En los últimos años lideró un proyecto con participación de investigadores e investigadoras de diversas áreas, cuyos resultados se publicaron en febrero en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience. Sobre este trabajo dialogó con el Portal de la Udelar.
«Mis carreras de grado iniciales en la Udelar fueron Ingeniería y Licenciatura en Física. Pero siempre me había interesado mucho el cerebro y quería acercarme más hacia esa área», contó. Con esta inquietud, Gradin realizó una Maestría en Biofísica en la Facultad de Ciencias y posteriormente, en Escocia, completó un Doctorado en el área de la neuroimagenología y modelos computacionales de actividad cerebral. En este período profundizó en el estudio de la neurociencia de los trastornos mentales, más precisamente con la técnica de la resonancia magnética funcional (RMf). Además, realizó un posgrado en Psicoterapia cognitivo-conductual.
«Empecé a interesarme mucho por estudiar qué pasa en el cerebro en depresión y en ansiedad», relató. Al avanzar en esta línea Gradin se preguntó qué sucede en estas personas especialmente mientras interactúan con otras en relaciones sociales, «esto porque en general los vínculos nos movilizan, vemos que la gente cuando va al psicólogo, a la psicóloga, mucho de lo que cuenta o de su sufrimiento es en relaciones con otros, que a veces nos cuestan, y esto pasa mucho en la depresión», comentó.
Algo interesante es que buena parte de las investigaciones realizadas por el equipo surgen a partir de un caso clínico con el que Gradin trabajó en Escocia. Se trata del caso de una joven con signos de depresión y de ansiedad social a quien en sus estudios universitarios le costaba mucho realizar tareas en equipo, la estresaba estar con otros y prefería hacer sus trabajos sola porque se cuestionaba «¿qué pasa si soy la peor, si todos hacen las cosas mejor que yo?». «Esto nos pasa a todas las personas y en un punto es saludable porque somos seres sociales, pero en ella se daba con mucha intensidad. Este caso me quedó resonando y cuando volví a Uruguay empezamos a desarrollar experimentos que nos fueron llevando en la dirección de las comparaciones sociales», explicó.
Seres sociales
Todas las personas tenemos muy interiorizada la comparación social, explicó, «nos sale naturalmente, vemos a alguien y pensamos “es más lindo, más feo, más alto o más bajo que yo, lo hace mejor, lo hace peor”». Pero la teoría sostiene que ante la situación de percibir que «el otro es mejor», es más probable que quienes transitan depresión o ansiedad social se sumerjan en una narrativa donde se dicen «soy un fracaso, los demás siempre son mejores o nunca voy a ser tan bueno como otros», planteó, «esto puede hacer que quieran evitar la comparación y por esto prefieren no ir a una fiesta o a una reunión, se aíslan y pagan costos».
Al profundizar en esta línea, el equipo de Gradin se propuso realizar un estudio utilizando RMf para «mirar» la actividad del cerebro en personas con estos trastornos, al compararse con otras. A diferencia de la resonancia magnética de uso corriente, que toma imágenes estáticas de estructuras del organismo, la RMf intenta «ver una película» que muestre los cambios en la actividad de los tejidos, explicó. Gracias al desarrollo de esta técnica, en los últimos 30 años se avanzó notablemente en el mapeo de regiones del cerebro que se activan ante distintos contextos y tareas como por ejemplo, memorizar palabras o tomar decisiones, «sin embargo, en la literatura se veía una carencia de estudios de la actividad cerebral en el vínculo social, había muy poca. ¿Por qué? Porque no era sencillo crear un juego o tarea para que las personas voluntarias en los estudios lograran interactuar con otras desde el interior del resonador», señaló.
En esta dirección, el grupo abordó el diseño de una investigación que incluyera una muestra lo suficientemente grande de personas, que realizaran una tarea de comparación social mientras se registraba su activación cerebral con RMf. Esto planteó algunos desafíos. En primer lugar, porque hasta este estudio la técnica no existía en Uruguay, por lo que hubo que realizar mucho trabajo fundacional poniendo a punto la técnica. Esto implicó, entre otras cosas, la instalación de dispositivos para que las personas pudieran realizar las tareas experimentales mientras se encontraban dentro del tubo del resonador. Es así que se ideó un sistema de espejos para que estas lograran ver, sin moverse, las distintas consignas y propuestas proyectadas desde una computadora. Además, en sus manos las y los voluntarios disponían de botoneras que les permitían realizar acciones y tomar decisiones.
Investigación interdisciplinaria
Se reclutaron dos grupos, uno de personas voluntarias con síntomas de depresión y ansiedad social y otro control, sin presencia de estos síntomas. Se les propuso responder preguntas de cultura general desde el tubo del resonador, mientras se obtenían imágenes de su actividad cerebral. Además, se les dijo que al mismo tiempo, otra persona conectada por red estaría respondiendo las mismas preguntas, es decir, cada participante tenía «un compañero o compañera de juego». Mientras era escaneada, cada persona voluntaria podía ver qué tan bien respondía a las preguntas y al mismo tiempo también sabía cuál era el desempeño de su compañero/a de juego, «este es el punto crítico, aquí es donde entra la comparación social», señaló la investigadora. Explicó que «el otro jugador» no era real, sino que este relato se adoptó a efectos de que cada participante pudiera sentir la presencia de un otro/a y experimentar la comparación social. Al mismo tiempo esto permitió estandarizar aspectos de esta experiencia. Finalizado el experimento se explicó a las personas que su compañero/a de juego no era real y por qué se había implementado este procedimiento.
Al salir del escáner se preguntó a las y los participantes qué emociones sintieron en cada situación: cuando ellas se equivocaban y el compañero/a se desempeñaba bien, cuando el resultado era inverso o cuando el desempeño fue parejo.
Realizaron el experimento 103 personas de 18 a 30 años. Los registros se tomaron entre 2020 y 2022 en el Centro Uruguayo de Imagenología Molecular (CUDIM), mayormente en horarios nocturnos y fines de semana. En ese momento este centro contaba con el único equipo de resonancia de 3 tesla del país, mientras que los restantes eran de 1.5 tesla; un campo magnético mayor permite obtener imágenes de mejor calidad, explicó Gradin. Posteriormente, una parte del equipo de investigación se dedicó al procesamiento y análisis de las imágenes obtenidas.
En distintas fases del proyecto participaron varios estudiantes de grado y de posgrado, investigadores e investigadores de la Udelar e invitados del exterior. Este trabajo «es muy interdisciplinario», planteó Gradin, «integra la psicología, la psiquiatría, las neurociencias, la matemática, la física, la estadística, hay gente de las Facultades de Ingeniería, de Psicología, de Ciencias, de Medicina. Creo que uno de los desafíos que tenemos en la Udelar es trabajar en áreas como esta que son extremadamente interdisciplinarias, lo que puede ser difícil porque nos organizamos en Facultades. Es algo que en general cuesta en países como el nuestro».
Mundo interior
«Lo que encontramos es que a las personas no solo les importaba cómo les va ellas, no solamente sentían “si me fue bien estoy contenta y si me fue mal, me siento peor”, sino que además nos planteaban: “si me fue mal, es peor aún si al otro le fue bien”. Es interesante porque al principio no sabíamos si la gente iba a ser sincera en reportar esto, pero lo fue», señaló.
A nivel del cerebro, los resultados se relacionaron con la llamada «red neuronal por defecto». Gradin comentó que esta se integra por un circuito de regiones cerebrales vinculado al pensamiento introspectivo y explicó cómo funciona: «por ejemplo, cuando estamos atendiendo a un profesor durante una clase hay momentos en que nos enganchamos y estamos concentrados. En esos períodos la red neuronal por defecto está baja en activación. Pero hay otros en que nos distraemos y la mente se va para cualquier lado, sentimos que pasaron unos minutos y tenemos que “volver” y reconectar. Son estos los períodos en que la actividad de esta red sube, nos desconectamos un poco del mundo exterior, del “aquí y ahora” y somos más absorbidos por nuestro mundo interior. De repente somos capturados por un problema que tenemos o pensamos en las vacaciones que estamos planificando. Podemos incluso saltar de un asunto a otro sin que tengan nada que ver».
Para Gradin, el resultado más interesante de esta investigación es que aquellas personas con depresión y ansiedad social activaron más la red neuronal por defecto en la situación desafiante desde el punto de vista social en que ellas erraban y «el otro jugador» acertaba. «¿Por qué es interesante? Porque se hipotetiza que cuando estas personas se desconectan del “aquí y ahora”, quedan muchas veces absorbidas en discursos pesimistas, negativos sobre sí mismas. En el caso de la depresión se habla de la “rumia”, que es el darle vueltas y vueltas a las cosas, pensarlas para aquí y para allá, pero no llegando a soluciones. Esta manera de pensar genera mucho desgaste, muchas veces las personas querrían desengancharse de eso pero no pueden, incluso si están en situaciones agradables y con personas queridas. Sienten que tendrían que estar disfrutando pero siguen enroscadas con esos pensamientos, a veces muchas horas al día».
«A partir de los resultados especulamos que cuando aparece esa situación social desafiante, es posible que estas personas reaccionen con más pensamiento introspectivo, con más narrativas donde se dicen “el otro es mejor que yo”, “los demás siempre son mejores que yo”, “nunca voy a ser tan bueno como los demás” o “mejor ni hago nada”, y que estas narrativas estén sostenidas por la red por defecto», agregó. Si bien estudios anteriores de RMf habían detectado que la red neuronal por defecto se veía sobreactivada en personas con depresión y ansiedad social, se realizaron con otro tipo de tareas y no en una comparación social o en la interacción con otro, explicó, «esto fue lo novedoso en nuestro trabajo».
Experiencia humana
La investigadora sostuvo que el cerebro es una máquina que muestra diversas activaciones permanentemente. Al intentar mapear redes neuronales «uno está buscando aquella que tiene que ver específicamente con la tarea que está haciendo la persona en ese momento, eso es difícil, es como buscar una aguja en un pajar. Por eso no estábamos seguros de si íbamos a lograr capturar la activación relacionada con la comparación social en ese momento. Otro riesgo era que se necesitara un número mayor de participantes, pero por suerte, fue suficiente. Entonces tuvimos un resultado que realmente nos dejó a todas y todos contentos».
Desde el inicio de este trabajo, el equipo liderado por Gradin viene realizando nuevos estudios: «de hecho, los mismos participantes hacían otra tarea dentro del escáner y por eso tenemos otros datos adquiridos, que ahora están en la etapa de análisis. Esto es como una cadena, seguimos con más proyectos y con nuevos estudiantes de posgrado; esperamos que nuevos papers puedan salir en el correr de ese año y del que viene», planteó.
La docente indicó que el área de la salud mental es muy desafiante porque abarca trastornos difíciles de entender, «siento que con un granito de arena estamos contribuyendo a entender mejor qué pasa con estos problemas que hoy en día son de los trastornos más prevalentes, de los que más preocupan a los sistemas de salud a nivel mundial y de los que generan más costos económicos, de los que generan más sufrimiento y de los más difíciles de tratar».
«Siempre mi sueño fue tratar de entender las bases neurales de procesos bien subjetivos, la neurociencia que está por detrás de esas cosas que nos hacen humanos, tratar de entender el puente entre esa experiencia y lo neural», expresó Gradin, «entonces me deja muy contenta este trabajo porque siento que estoy estudiando las cosas que siempre me apasionaron, y pudiéndolo hacer desde mi país».