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Emociones en modo online: cómo la hiperconectividad redefine lo humano

Imagen/Afiche
Cuerpo

En un cierre de jornada cargado de tensión contemporánea, Simone Belli desarmó el optimismo digital y expuso cómo la hiperconectividad redefine lo que sentimos, cómo habitamos el cuerpo y cómo buscamos —sin éxito— compañía en un mundo saturado de pantallas. Su conferencia dejó una advertencia nítida: la vida emocional ya no se entiende fuera de la infoesfera y el precio de esa exposición permanente es cada vez más palpable.

La conferencia “Cuerpos en red, afectos en código: Salud Mental y Reinvención de lo Humano” se realizó el 27 de noviembre en el Paraninfo de la Universidad de la República, como cierre de la primera jornada del III Congreso Internacional de Psicología. La actividad comenzó con la intervención del profesor de la Facultad de Psicología, Javier Romano y tuvo como expositor central a Simone Belli, profesor titular de Psicología Social en la Universidad Complutense de Madrid, investigador en emociones, lenguaje, tecnologías digitales y dinámicas online/offline.
 

Memoria democrática para pensar la hiperconexión

Romano destacó que el inicio del congreso coincidió con los 42 años del “río de la libertad”, la histórica movilización del 27 de noviembre de 1983. Señaló que ese recuerdo fortalecía la defensa de la universidad pública y la construcción de ciudadanía. Presentó a Simone Belli como un referente en emociones, lenguaje y comunicación digital, y enmarcó su conferencia en tres claves: la infoesfera, la vida cotidiana como espacio de creación y las nuevas formas de habitar cuerpos y afectos en tiempos de hiperconectividad.

En su conferencia, Simone Belli ofreció una lectura incisiva de cómo la vida digital reorganiza la experiencia emocional y corporal. Desde un enfoque discursivo, sostuvo que las emociones no son estados internos, sino construcciones que emergen en la interacción y en el lenguaje, profundamente modeladas por el modo en que narramos lo que sentimos. En un presente saturado de pantallas y mediaciones, lo emocional —señaló— se redefinía en tiempo real dentro de la “infosfera”, ese entorno donde lo digital y lo cotidiano se entrelazan hasta volverse inseparables.
 

El cuerpo como territorio vulnerable en la hiperconexión

Belli exploró luego el lugar del cuerpo en esta vida hiperconectada. Retomó a Bauman y Haraway para proponer una lectura que desarma la fantasía de que lo digital nos desprende del mundo material. Al contrario: el cuerpo aparece más vulnerable y expuesto a la exigencia de disponibilidad constante. El celular dejó de ser un accesorio para volverse una prótesis emocional. Esa condición “ciborg”, que parecía liberadora, generó nuevas formas de cansancio, insomnio y saturación sensorial. Incluso al viajar o intentar descansar, el cuerpo no logra desconectarse: la red sigue ahí, convoca y exige rendimiento.

Ese rendimiento —otro de los ejes señalados por Belli— se transformó en una exigencia cotidiana. Ya no se trata solo del trabajo o el estudio, sino también del yo digital, que debe actualizarse, mostrarse y sostener un flujo permanente de actividad. Contadores de pasos, calorías, interacciones y likes cuantifican la vida y moldean la percepción que tenemos de nosotros mismos. El resultado es una fatiga emocional que no proviene únicamente del exceso de tareas, sino de la multiplicación de demandas que recaen sobre la atención afectiva.
 

Validación, exposición y la identidad en riesgo

La fragilidad emocional que se observa en las redes es, para Belli, una expresión de ese modelo. En la búsqueda de validación, una caricia digital puede convertirse en un golpe cuando no llega la respuesta esperada. La identidad se apoya en métricas fluctuantes, y la supuesta abundancia de conexiones no garantiza vínculos reales. “Cuanto más mostramos, menos aseguramos”, afirmó, para señalar que la exposición constante produce un terreno emocional inestable donde la comparación y la ansiedad son moneda corriente.

Finalmente, Belli advirtió sobre un fenómeno que atraviesa Europa y gran parte del mundo desarrollado: la soledad no deseada. Aunque vivimos rodeados de posibilidades de conexión, la experiencia de aislamiento crece. La paradoja se vuelve más clara al compararla con comunidades pequeñas y rurales —como las que él conoció en Ecuador— donde, pese a la falta de infraestructura o tecnología, los lazos de apoyo cotidiano resultan más sólidos. La modernidad digital, concluyó, promete compañía, pero no siempre la materializa: ofrece presencia, pero muchas veces produce distancia.

Al cierre de la conferencia de Simone Belli, el Coro de Hombres Gays de Montevideo —próximo a cumplir 10 años desde su confirmación y que ensaya en los salones de la Facultad de Psicología— compartió algunas canciones con las y los presentes.

 

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Publicado el Viernes 28 Noviembre, 2025

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