JORGE BAFICO es un psicoanalista uruguayo de corte lacaniano, que ejerce en el área clínica desde 1993 y ocupa en la actualidad un cargo docente en la cátedra de Psicopatología de la Facultad de Psicología. Es además un divulgador en su materia, conocido públicamente por sus columnas en el programa radial Abrepalabras de Océano FM y en La noticia y su contexto de Canal 5. Desde hace algún tiempo viene publicando algunos libros que tratan de acercar, con un lenguaje cotidiano, casos más o menos ejemplares de su práctica. Entre sus títulos se cuentan Casos locos (2006), Introducción a la teoría lacaniana (2007), ¿Hablamos de amor? (2008) y La realidad del síntoma (2010).
Thomas Noguchi nació en Japón en 1927, estudió patología anatómica en la Universidad de Tokio y poco después de graduarse, a fines de los `50, emigró a Estados Unidos, más precisamente a California. En 1961 comenzó a trabajar como forense para el condado de Los Ángeles y seis años más tarde fue nombrado jefe de su departamento, cargo que conservaría hasta 1982. Tras su alejamiento, escribió en colaboración con un par de periodistas algunos libros a propósito de su profesión, entre ellos Causas no naturales (1988) y La evidencia física (1990). También protagonizó dos documentales en los que muestra con crudeza los detallados pasos de una autopsia, y se supone que sirvió de inspiración para la serial televisiva Quincy.
Bafico, con la colaboración de un grupo de estudiantes y egresados de la carrera de Psicología, acaba de dar a conocer Los perros me ladran. 8 historias de asesinos seriales, donde aborda a un par de figuras pertenecientes al mundo de la ficción (Aníbal Lecter y el patólogo Dexter Morgan, protagonista de la serial homónima), cinco homicidas múltiples estadounidenses y uno colombiano.
Noguchi publicó en 1981 el libro Cadáveres exquisitos con el objetivo de dar a conocer los detalles de algunos casos en los que había trabajado y, de paso, intentar frenar su destitución, solicitada tras ser acusado de hacer públicas con frecuencia ciertas desordenadas conductas y adicciones de unos cuantos ricos y famosos. Conocido como "el forense de las estrellas", en su larga carrera le tocó investigar la muerte de figuras tan conocidas como Marilyn Monroe y Robert Kennedy y realizar sus autopsias. Pocos meses después de la publicación del libro, la Comisión de la Administración Pública de Los Ángeles lo separó del cargo.
VICIOS Y EVIDENCIAS. Es un hecho que la vida privada de las estrellas invade la vida pública de los comunes. Es más, generalmente los comunes se desviven por conocer los secretos de sus personajes más admirados, en particular si pertenecen a la esfera del arte, la política o el deporte, creando una verdadera industria del chisme que prolifera hasta el hartazgo. Es que, al menos en apariencia, en ellos se conjugan los éxitos que jamás estarán al alcance de los ciudadanos vulgares, esos individuos iguales a uno mismo. Pero no solo de comidillas de alcoba se nutre este fenómeno, también la muerte lo suele alimentar con generosidad.
A Noguchi le tocó lidiar, entre otros, con los cadáveres de Marilyn, de Sharon Tate, de Robert Kennedy y de Janis Joplin. Y también, ya sobre el final de su carrera forense, con los cuerpos borrachos como una cuba de Natalie Wood y de William Holden, y los restos repletos de cocaína de John Belushi. Supo también, después de cada muerte, montar impactantes conferencias de prensa, intervenir directamente en las pesquisas policiales y más de una vez ayudar a crear un hálito turbio alrededor de cada uno de los episodios, hasta poner en duda, al menos en forma pasajera, los suicidios de Marilyn y Joplin, la presencia de un solo tirador en el asesinato de Robert Kennedy, la caída al agua de Natalie Wood mientras en el yate que ocupaba dormían una larga borrachera su esposo Robert Wagner y el también actor Christopher Walken.
Aunque alrededor de su estelar tarea Noguchi dio solidez y jerarquía a una de las áreas más sofisticadas de la investigación criminal, contribuyendo enormemente al avance de la medicina forense, sus continuas indiscreciones fueron castigadas por una comunidad atemorizada de que sus vicios privados fueran convertidos en evidencias públicas.
PREGUNTAS AUSENTES. Bafico escribe un libro que deja más dudas que certezas. En primer lugar el lector debe partir de la hipótesis de que un fenómeno tan específico como el de los asesinos seriales puede ser clarificado con un corpus teórico excluyente como el del psicoanálisis, y en particular el de corte lacaniano, como si la sola teoría tuviera alcance universal. Eso se agudiza cuando el autor no hace intervenir ninguna variable de corte sociológico o histórico, y a lo sumo se retrotrae en forma vaga al mundo familiar de los homicidas.
En el libro pululan conceptos como falo o forclusión, pero ni una sola vez aparece trabajada la idea de alienación o de emergente. En un comienzo se cita el concepto de "monstruo" elaborado por Michel Foucault en uno de sus cursos en el Collège de France, reunido luego en el libro Los anormales, pero justo se pasa por alto la elaboración epistemológica que el filósofo lleva adelante en el análisis de la formación de la psiquiatría como práctica forense. En resumidas cuentas, lo que descubre y cuestiona Foucault es que la psiquiatría elabora una genealogía del criminal -una etiología de su enfermedad-, ubicando en su pasado, en su historia familiar, en la evolución y en las desviaciones de su propia psique, el origen y la explicación de su anormalidad. Esto, para el autor de Las palabras y las cosas, era la manera más económica de deslindar las responsabilidades del sistema.
Es justo desde esa estrategia que Bafico aborda la personalidad de estos individuos. En momento alguno se pregunta cuáles fueron los mecanismos sociales que hicieron del asesino serial -antes de convertirse en uno de ellos- un marginado, sino que la interrogación pasa por detectar cuáles son los supuestos mecanismos internos por los que el serial se ha marginado per se, adoptando prácticas aberrantes como algo normal. Bafico basa además buena parte de sus conclusiones en interrogatorios a los que fueron sometidos los asesinos o sus familiares -testimonios ajenos y distantes-, sin otra certeza clínica que lo ayude a corroborar la verdadera estructura de cada uno de los sujetos en cuestión. Deja así al lector ante un cerrado círculo de especulaciones de improbable verificación. También se nos advierte en los textos introductorios de los colaboradores que algunos de ellos demoraron más de dos años en ser redactados, cuando Internet está plagado de blogs con información absolutamente detallada de estos personajes.
CADÁVERES EXQUISITOS, de Thomas T. Noguchi. Global Rhythm Press, 241 págs. Barcelona, 2010. Distribuye Océano.
LOS PERROS ME HABLAN. 8 HISTORIAS DE ASESINOS SERIALES, de Jorge Bafico, Ediciones de la Plaza, 2011. Montevideo, 207 págs.