Una nueva voz se suma al diálogo nacional sobre la salud, la de los usuarios de servicios de salud mental, es decir, los “locos”. Falta saber si el resto de los actores está lo bastante cuerdo para escucharla. “No es saludable estar adaptado a una sociedad profundamente enferma.” La frase de Jiddu Krishnamurti reposaba en una columna, inofensiva y camuflada entre el resto de las leyendas. “No a las etiquetas psiquiátricas”, proclamaba otra, enfrente. Los carteles fueron apareciendo con la gente, impuntual y diversa. Casi toda desembocó en el callejón desde Tristán Narvaja, en un movimiento que deschavaba a la Facultad de Psicología como punto de partida.
La Asamblea Instituyente que convocó la movida está compuesta por 14 grupos. Los colectivos que se reúnen bajo la consigna “Salud mental, desmanicomialización y vida digna” representan a locos, académicos, trans. También a colectivos que practican terapias alternativas, como Vilardevoz, Bibliobarrio y El Roble.
Era miércoles 10 y se celebraba el Día de la Salud Mental. Había algunos veteranos y muchos jóvenes. También caras pintadas y ropa a rayas, producto de una convocatoria cuya premisa era “Estamos todos rayados”. Las terapias alternativas y sus instrumentos estaban expuestos en especies de stands. La gente, las bicicletas, los libros, los folletos y la música terminaban de configurar un ambiente de feria.
Se armó un grupito con dos periodistas y cinco entrevistados. Arrancó Cecilia, de la radio Vilardevoz: “Queremos una nueva ley de salud mental y para eso se necesita presión social, porque si no se la deja en un cajón como se ha hecho todo este tiempo. Esta movida implica que los que reciben las políticas se empoderen y digan lo que quieren, en lugar de que otros decidan por ellos. Por eso hoy es un día histórico”. Y la exposición se convirtió en intercambio:
—Más allá de que los colectivos hagamos presión, hay una cuestión social que tiene que cambiar –dijo María, de Vilardevoz.
—Sigue estando el loco como el peligroso, como el que no tiene nada que aportar. Y no es así. La enfermedad mental es una construcción de las disciplinas y la locura es patrimonio de todos. Liberemos a la locura y reconozcámosla como parte nuestra –propuso Cecilia.
—Las autoridades se llenan la boca hablando de todo lo que ha mejorado el sistema pero el enfermo psiquiátrico sigue estando en el mismo lugar –dijo María, y siguió–: Llegar a una ley no lo es todo. En Buenos Aires se está sacando a la gente del hospital pero se la deja sin atención, esa no es la idea.
—“No hables mucho”, “no opines distinto”, eso es algo que se escucha en los loqueros –afirmó Miguel, de Vilardevoz.
—Uno termina autocensurándose por miedo a ser rechazado o desvalorizado –confesó Sebastián, de Bibliobarrio.
Nelson de León, psicólogo corredactor del incompleto anteproyecto de ley de salud mental, explicó a Brecha que el proceso se interrumpió en 2009 a partir de un desacuerdo respecto al órgano supervisor de los derechos humanos, “que brindaría una consultoría jurídica y garantizaría el cumplimiento de los derechos de las personas con padecimientos psiquiátricos”.
Las autoridades de la salud prometieron que la comisión volvería a ser convocada, pero eso sólo ocurrió una vez durante 2011. La intención de la Asamblea Instituyente es que con la concreción de la ley se pueda avanzar hacia la desmanicomialización apelando “a dispositivos artístico-culturales, a la inclusión laboral, a planes de vivienda digna”. Pero la propuesta enfrenta costumbres arraigadas y necesita “recursos y una formación que no promueva relaciones de poder, de disciplinamiento, de control social”, y también “implica relegar el temor a la locura y afectar aspectos que tienen que ver con lo académico, con lo epistemológico y hasta con la condición humana”.