El conversatorio “Redes, Sujetos y Saberes: Experiencias fronterizas en lo educativo” reunió diversas miradas para pensar la educación más allá de sus límites tradicionales. En el marco de los 15 años del Instituto de Psicología, Educación y Desarrollo Humano, cuatro referentes compartieron reflexiones cargadas de experiencia, crítica y compromiso con los sujetos que habitan —y muchas veces resisten— en las fronteras sociales. La actividad fue presentada por el docente Marcelo Aguirre, quien recordó que la celebración también era una oportunidad para interpelar los sentidos de la educación.
El evento se realizó en el salón de actos Élida Tuana de la Facultad de Psicología y fue transmitido en vivo a través del canal institucional de YouTube. Allí, la socióloga Mabela Ruiz, los educadores Luis Parodi y Diego Silva Balerio, y la profesora Cecilia Baroni abordaron la formación integral como articulación entre saberes, disciplinas y funciones universitarias, así como la relación del sujeto con el conocimiento.
El no-saber como punto de partida
Diego Silva Balerio abrió su intervención agradeciendo el espacio de celebración y reflexión. Señaló que los aniversarios no solo servían para conmemorar, sino también para cuestionar las lógicas instaladas en la universidad y sus vínculos con la sociedad. Planteó la tensión entre la producción académica y la incidencia real en la vida de niños, niñas y adolescentes. “El problema no es publicar, el problema es si eso tiene o no efecto en la práctica”, sostuvo, advirtiendo sobre el riesgo de que los saberes se redujeran a papers y “papelitos” que engrosan currículums pero no transforman realidades.
En esa línea, reivindicó la importancia de reconocer el lugar del no-saber. Retomando a Freire, aclaró que no se trataba de ignorancia, sino de un terreno fértil para la construcción colectiva del conocimiento. Según Silva Balerio, solo desde esa apertura era posible habilitar un diálogo real con otros actores y producir saberes significativos. Invitó a pensar la universidad como un espacio de cruce entre saber académico y saber popular, de modo que el conocimiento recuperara su sentido político y social.
Educación como contradicción
En su exposición, Luis Parodi reconoció que hablar de educación siempre significó entrar en un terreno de contradicciones. Señaló que la histórica discusión entre teoría y práctica “es tan vieja como el mundo” y probablemente nunca encuentre resolución definitiva. Para él, esa tensión debía asumirse como motor, no como obstáculo. Advirtió que las instituciones educativas muchas veces permanecían inmóviles frente a problemas que se repetían, como ocurría en las cárceles, donde los diagnósticos se reiteraban sin que cambiaran las condiciones de fondo.
Parodi criticó el riesgo del hunterismo, esa tendencia a girar en círculos sin lograr transformaciones reales. Sin embargo, afirmó que las instituciones seguían siendo un espacio de disputa inevitable: “La educación es un acto de reconocimiento”. En su mirada, investigar, preguntar y poner en cuestión resultaba indispensable, aunque las instituciones frustraran y desgastaran. Su intervención transmitió la convicción de que la educación, aun en la contradicción, siempre valía la pena como acto político y de resistencia.
Sujetos fronterizos y experiencias formativas
Mabela Ruiz orientó su exposición hacia lo microsocial, apoyándose en su experiencia en programas de inclusión educativa. Describió cómo trabajó con “sujetos fronterizos”: jóvenes pobres, privados de libertad, mujeres violentadas, personas a quienes la sociedad imponía límites invisibles. Para Ruiz, esas fronteras no solo marcaban exclusión, sino también posibilidades de producción de sentido. “En esas condiciones trágicas se construyen resistencias y horizontes”, señaló, reivindicando la capacidad de los sujetos de apropiarse de sí mismos.
Recordó investigaciones realizadas junto a psicólogos, pedagogos y sociólogos, subrayando que la noción de experiencia no era una moda académica, sino una categoría que el Instituto venía trabajando desde hacía más de dos décadas. Explicó que, aun en los márgenes más vulnerados, se generaban aprendizajes y se forjaban vínculos que sostenían la vida. Su intervención insistió en que la educación debía reconocer esas experiencias como saberes legítimos, capaces de nutrir las prácticas pedagógicas y las políticas públicas.
Memoria, emoción y compromiso ético
Cecilia Baroni cerró el panel con una intervención atravesada por la emoción y la memoria. Relató anécdotas de Luis Parodi durante su gestión en la Unidad 6 del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), donde permitió la instalación de múltiples iglesias y se conformó lo que describió como “un pueblito dentro de la cárcel”. Ese gesto, recordó, mostró que incluso en contextos adversos podían generarse comunidades con vida propia.
Baroni subrayó que el programa en el que participa también podía pensarse como un “programa frontera”, porque trabaja con personas “que nadie quiere”, desde sobrevivientes de violencias hasta jóvenes en contextos críticos. Reivindicó que estas experiencias no solo implicaban acompañar, sino también transformar y visibilizar. “No se trata solo del cariño, sino de la convicción ética de transformar junto a quienes trabajamos”, afirmó. Con esas palabras, dejó en claro que la educación en las fronteras exige una apuesta política y ética sostenida, donde los sujetos no son destinatarios pasivos, sino protagonistas de su propio camino.
El conversatorio concluyó con un espacio de intercambio entre los presentes, donde estudiantes, docentes e invitados compartieron reflexiones y preguntas que ampliaron lo planteado por los panelistas. El diálogo permitió articular las experiencias relatadas con las preocupaciones actuales en torno a la educación y la construcción de saberes en las fronteras sociales. En un clima de reconocimiento y celebración, la actividad reafirmó la vigencia de pensar lo educativo como práctica colectiva, crítica y transformadora.