Los ritmos circadianos atraviesan la vida cotidiana y condicionan la salud, el aprendizaje y hasta la forma en que nos relacionamos con los demás, explicó la doctora Ana Silva, quien abordó cómo la vida urbana introduce tensiones que alteran este reloj biológico y generan consecuencias que aún no hemos dimensionado del todo.
La investigadora asociada del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable y corresponsable del Grupo de Investigación sobre Cronobiología de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República (Udelar) expuso estas ideas en la conferencia “Los desafíos del reloj biológico en la vida urbana: ¿por qué estudiarlos en Uruguay?”, realizada el lunes 11 de agosto en el salón A “Sabina Spielrein” de la Facultad de Psicología, en el marco de la apertura del curso Procesos Cognitivos 2025.
El reloj biológico y su tensión con la vida urbana
Silva explicó que el reloj biológico regula múltiples procesos del organismo y que su desajuste afecta el bienestar. Relató que “no todos los relojes funcionan igual” y que la vida urbana, con su exceso de luz artificial, horarios laborales extendidos y uso intensivo de pantallas, produce tensiones que alteran los ritmos naturales. Enfatizó que estos desajustes no son un problema menor, ya que se vinculan con dificultades de aprendizaje, enfermedades metabólicas y trastornos del sueño.
“No se trata solo de dormir más o menos, sino de cómo nuestros hábitos entran en contradicción con lo que marca el reloj interno”, sostuvo la investigadora.
Uruguay como escenario de estudio
La ponente argumentó que Uruguay representa un lugar privilegiado para investigar estas dinámicas, por su latitud y sus características sociales y culturales. Destacó que los contrastes entre la vida urbana y rural, junto con la extensión de la jornada laboral en las ciudades, permiten observar cómo los hábitos inciden en la sincronización del reloj interno. “No se trata solo de medir horas de sueño, sino de comprender cómo la organización de la vida social impacta en nuestra biología”, subrayó.
Silva señaló que los jóvenes constituyen un grupo particularmente vulnerable, ya que los horarios escolares y universitarios suelen entrar en conflicto con sus ritmos naturales. Recordó que “un adolescente puede no rendir menos por falta de estudio, sino porque su reloj no está alineado con el horario institucional”. Advirtió que, al no considerar estas variables, se corre el riesgo de patologizar un rendimiento que en realidad se explica por un desfase biológico.
Una agenda de investigación y acción
En el tramo final, la investigadora invitó a pensar en políticas públicas y cambios institucionales que reconozcan el impacto del reloj biológico en la vida urbana. Reivindicó la importancia de generar evidencia local que sirva para orientar decisiones en salud, educación y trabajo. “Estudiar los ritmos circadianos en Uruguay es también una forma de cuidar nuestra calidad de vida”, concluyó.