Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de junio de 2022 alertó acerca de la necesidad de diseñar políticas públicas para atender a la creciente problemática de salud mental y señaló que durante el primer año de la pandemia, las tasas de trastornos como la depresión y la ansiedad aumentaron en un 25% en el mundo. Uruguay no es ajeno a esta realidad y una de las poblaciones que preocupan a la sociedad son los adolescentes, que han estado sometidos al aislamiento de sus pares por un largo período a causa de la interrupción de las clases presenciales en ese período.
El Portal de la Udelar dialogó con Pablo Hein, docente investigador de la Facultad de Ciencias Sociales e integrante del Grupo de Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida en el Uruguay de la Udelar, acerca de la situación actual de los adolescentes en esta materia y de las necesidades y formas de prevención en el área de la salud mental para esta población.
La obligación de ser feliz y exitoso
Pablo Hein señaló que «la sociedad posmoderna de hoy coloca a la salud mental, emocional, en un lugar vinculado a la necesidad de la realización del individuo, a un progreso social sin intervenciones culturales ni institucionales». El concepto actual de salud mental asimismo introduce la lógica de que no existe curación sino que el camino exclusivo es la terapia, el tratamiento medicamentoso, «todo proceso incómodo o de sufrimiento es una problemática que viene a cubrir la salud mental». Es así que la visión hegemónica en este campo deja de lado los aspectos sociales, culturales, económicos, políticos y coloca el foco en el individuo como centro, «solito para enfermarse y para curarse, sin tener en cuenta lo colectivo ni lo que le llevó a tener problemas de salud mental».
A esto se suma que en la sociedad de hoy prima la idea de que «se necesita un individuo siempre activo, feliz, predispuesto a la realización personal y en especial a ser productivo en el sistema capitalista». Recordó que el nombre de un psicofármaco que se introdujo con fuerza en los años 90, el Prozac, significa proactividad. «En la sociedad actual el éxito está medido, cuantificado o evaluado principalmente por determinados logros vinculados a compensaciones materiales, por determinadas formas de socialización, de pararse en la vida», afirmó.
Añadió que esta visión va muy unida a la gran medicalización que se lleva adelante en psiquiatría en el mundo, de la cual Uruguay no está exenta. En el año 2000 el psiquiatra Kurt Kroenke encomendado por las industrias farmacéuticas, crea los diagnósticos GAD-7 y PHQ-9, que pueden ser aplicados por médicos de medicina general de todo el mundo, para recetar psicofármacos o antidepresivos. Hasta ese momento los únicos que podían emitir las recetas de estos medicamentos eran los psiquiatras, con este cambio la medicamentalización se acentuó en un alto grado. Un artículo de 2022 del periodista Gabriel Pereyra publicado en el semanario Búsqueda con el título Nación diazepam, reveló que en 2021 en Uruguay, ASSE, prestador público de salud, recetó 2.852.786 recetas de psicofármacos y antidepresivos. El principal comprador de Diazepam o de reguladores de serotonina en Uruguay es el Estado y dentro de este el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU).
La Udelar, que ha identificado a la salud mental como uno de los desafíos prioritarios a atender que se le presentan al país, apunta por otro lado, a contribuir a una mirada integral del tema. Una de las solicitudes de presupuesto de la Universidad en el marco del Proyecto de Rendición de cuentas 2022 en trámite en el Parlamento, está destinada a fortalecer la generación de conocimiento a través de un proyecto de atención a la salud mental de carácter integral e interdisciplinario entre el Hospital de Clínicas, la Facultad de Psicología y la Facultad de Ciencias Sociales.
Problemática adolescente: «un problema del mundo adulto»
Con el término «adolescencia», que proviene del término «adolecer», denominamos el tránsito de la niñez a la vida del mundo adulto, recordó Hein. El docente entiende que para realizar ese pasaje el adolescente debe atravesar dos obstáculos o pruebas: la incorporación al trabajo y por ende al mundo social, y el ingreso a la sexualidad. «Es el adulto el que determina cuándo, cómo y en qué condiciones debe entrar el adolescente al mundo adulto», afirmó Hein.
Una de las pautas establecidas para el ingreso del adolescente a la adultez es la educación, en ese sentido destacó que la sociedad actual hace hincapié a los adolescentes de la necesidad de la formación universitaria, «que es el único mecanismo en la sociedad actual para tener una vida, dicho de alguna manera, un poco más digna». Sobre esto reflexionó: «Insistimos mucho con la educación terciaria cuando en realidad a veces no es lo que los jóvenes quieren. ¿Por qué no pueden ser plomeros, carpinteros o lo que quieran ser y peleamos porque tengan un buen salario y un buen vivir?». «La problemática adolescente es un problema del mundo adulto», subrayó.
Resaltó que las pruebas que el mundo adulto coloca a los adolescentes son homogéneas para varones y mujeres aunque estos llegan a la adolescencia en etapas de desarrollo físico y hormonal diferente, lo que hace que esos obstáculos sean asumidos en forma diferencial por ambos géneros. Pero no es sólo el condicionamiento biológico el causante de las diferencias al asumir estas pruebas, también intervienen otros factores como los culturales. «¿Por qué el hombre es más agresivo? Es más agresivo porque siempre quiso ser el mejor, los adultos formamos a los varones desde la infancia con esa obligación de ser siempre los mejores; las niñas en cambio son formadas para ser las únicas», reflexionó Hein. De esto deriva que los varones en la niñez y la juventud, estén siempre predispuestos a enfrentamientos físicos, a las picadas de motos, a la musculación, a ser el mejor futbolista, entre otras actividades que les permitan sobresalir. «Eso es algo que los varones arrastramos a lo largo de la vida, es natural que un hombre de 40 años no pida ayuda, no está bien pero nos formaron así», expresó.
Hein sostuvo que gran parte de los factores de riesgo de la salud mental de los adolescentes parte de que los adultos no los saben escuchar, «queremos un adolescente de determinada manera y no como es, no le permitimos ser sino que sea como nosotros queremos». No obstante entiende que más allá de los factores de riesgo que se definen comúnmente para la adolescencia como las drogas, la violencia, internet y actividades como el juego Ballena azul, o la serie audiovisual Por 13 razones, «los adolescentes son mucho más inteligentes en estos temas que el mundo adulto, mucho más humanos para mirarse ellos mismos».
Salud mental y suicidio: factores de prevención
En cuanto a la problemática del suicidio en Uruguay señaló que este hecho tan doloroso, cuando sucede en un adolescente o un joven, «impacta y duele especialmente porque es el mundo adulto que lo expulsa». Hein entiende que la sociedad adulta busca la psicopatologización de la vida y no apostar por soluciones más vinculadas a lo comunitario o cultural, «no politizamos el malestar, se han alejado de la comunidad los valores de igualdad y fraternidad, principios constituyentes del sistema republicano».
En lo que refiere a datos, recordó que en la juventud, de los 25 a los 34 años, especialmente en hombres, el problema del suicidio presenta cierta tendencia a aumentar desde hace 6 o 7 años. Aunque aún no hay datos sobre los suicidios de adolescentes de hasta 19 años ocurridos en 2023, «existe una sensación general de que se socializan más rápido estos hechos y te enterás en menos tiempo, pero eso no obedece necesariamente a un aumento de casos», agregó. Acotó que hasta 2022 la media anual de suicidios en adolescentes fue de entre 40 y 45, con algunas excepciones: en los años 2000 y 2003 fue de 53 y en 2007 de 51. No obstante subrayó que «en el suicidio adolescente no importa si son 100, 1000 o un caso, importan todos».
Respecto a las medidas de prevención de estas situaciones Hein advirtió que atender esta problemática nos corresponde a todos como sociedad. Si bien el sistema sanitario tiene la responsabilidad de alertar acerca de que el suicidio no es una patología y por tanto no es de resolución médica, la educación, la política y el Estado también tienen una gran responsabilidad, es un tema transversal a todas las instituciones. «Esto significa que como comunidad es necesario que nos hagamos de verdad más republicanos, que aceptemos las diferencias y las similitudes», afirmó, que desarrollemos la comprensión, la escucha y la reparación colectiva de ciertos daños y salgamos de la visión tan profundamente inserta en Uruguay, de que cuando sucede un suicidio la responsabilidad recae en los familiares o en el grupo cercano al evento. No se debe reforzar la idea de que ciertos cambios en conductas o hábitos pueden alertar a los familiares acerca de la posibilidad de que una persona lleve adelante un suicidio, resaltó, casi 8 de cada 10 adolescentes que se suicidan no manifiestan ningún tipo de conductas que puedan ser consideradas de alerta. «Frente a un suicidio, emitir el juicio de que los familiares no reconocieron las señales que daba la persona, significa sacarnos la culpa como sociedad y colocarla en el círculo familiar», afirmó.
Hein entiende que por otra parte existen algunas iniciativas que debería llevar adelante la sociedad para proteger a los adolescentes en lo que refiere a las problemáticas de salud mental, «una de ellas es desencapsular el tema del suicidio de la perspectiva sanitaria». Otra de las medidas para tratar esta problemática es abordarla en sus distintas etapas: prevención, tarea que pueden asumir todos los integrantes de la sociedad; intervención en el momento de la crisis, lo que está a cargo de psiquiatras y psicólogos; y posvención, un trabajo de apoyo que se realiza con los familiares cercanos de la persona que se suicidó.
Seres sociales
Hein identifica como un factor de prevención el trabajo en infraestructuras sociales que posibiliten nuevas formas de relacionamiento. Considera que la sociedad perdió cohesión porque las instituciones sociales que la aportaban como los sindicatos, los partidos políticos, los gremios, los clubes de barrio, han perdido fuerza y tienden a desaparecer porque la mayoría de las personas no quieren ya comprometerse al deber de participar en estos espacios. «Es necesario que como comunidad tengamos ciertos deberes y obligaciones que cumplir y espacios en los que construir ciudadanía y debate», opinó. Asimismo entiende que es fundamental que las personas estén arraigadas desde el aspecto social, económico, político y cultural, lo que implica que cuenten con seguridad de que con su trabajo podrán cubrir sus necesidades básicas y con una certeza acerca de la existencia de un futuro.
Otro factor protector es que los varones realicen tareas del hogar u otro tipo de actividades que tradicionalmente no se les asignan a su género, señaló. Hein entiende que esto ayuda a los hombres a ser menos rígidos entre ellos y los aparta de la idea de que el único fin es ganar dinero y ser mejor en el trabajo.
También destacó la importancia de un igualitarismo en cuanto a la mirada al futuro, entre todas las personas. «La libertad es buena cuando es para mí y para ti, cuando todos podemos y tenemos los mecanismos para elegir lo que querés, tenés los canales», señaló. «Hoy por el contrario, a veces el pobre necesita tener dos moralidades, desear lo que deseamos tú y yo y en especial obtener eso que desea por los mecanismos con los que contamos tú y yo, y él los tiene negados», expresó.
Recordó que algunas de estas políticas ya se están implementando en otros países por ejemplo en Chile, donde se está llevando adelante una campaña en los medios de comunicación, llamada Quedate. Esta campaña apunta a prevenir el suicidio de las personas con opciones sexuales diversas y lo interesante de su diseño es que no está dirigida a gays, lesbianas o transexuales, sino a su entorno, a los integrantes de la sociedad que no aceptan estas sexualidades. «El mensaje para las personas del entorno es quédate para que él se quede», explicó.
«Las personas somos seres sociales, dependemos de la interacción, estamos en un mundo que nos construyó, me fabricó mi familia, mis padres, mis hijos, lo que hacemos, los amigos, el estudio, la comida, el ejercicio, el nivel socio económico, todo esto es producto social, cultural, económico y político», concluyó Hein.