La conferencia Territorios, confines y fronteras en la clínica con niñeces contemporáneas invitó a repensar los modos en que la clínica dialoga con las infancias actuales. Con una mirada crítica y una trayectoria que enlaza psicoanálisis e interdisciplinariedad, Mercedes Minnicelli propuso abrir el campo clínico a lo inesperado, donde el juego, la palabra y la escucha se vuelven herramientas para transformar los desiertos subjetivos en territorios habitables.
La presentación del evento, organizado por la Maestría en Psicología Clínica y el Centro de Investigación Clínica en Psicología, estuvo a cargo del profesor Michel Dibarboure, quien presentó a la ponente invitada, la doctora Mercedes Minnicelli, destacada psicóloga, docente e investigadora, con un posdoctorado en el área interdisciplinaria y exdirectora de la carrera de Psicología en la Universidad Nacional de Mar del Plata.
Una clínica que se desplaza
Minnicelli inició su intervención agradeciendo la invitación y destacó la importancia de una clínica abierta, sin saberes cerrados, especialmente en el trabajo con niñeces y adolescencias. Resaltó que su formación psicoanalítica, combinada con diálogos interdisciplinarios sostenidos durante más de 40 años, le permitió advertir que la clínica convencional no basta para responder a las demandas contemporáneas. Citó a Winnicott, quien en Realidad y juego habla de transformar “el peor de los desiertos” en un terreno de juego, lo que implica una disponibilidad subjetiva para abordar el desierto interior de las niñeces, convocando a los presentes a explorar alternativas desde esta perspectiva.
La psicóloga retomó la noción de “ser contemporáneo” de Giorgio Agamben, distinguiéndola de “estar a la moda”. Explicó que estar a la moda implica seguir tendencias efímeras, mientras que ser contemporáneo requiere ver “las oscuridades en las luces del presente que encandilan”. Criticó las soluciones actuales como la psicofarmacología o los diagnósticos generalizados de autismo e hiperactividad, que no siempre escuchan a los niños. Propuso que los niños son los mayores expertos en leer lo contemporáneo y que la clínica debe situarse en los “tres imposibles freudianos” —educar, gobernar y analizar—, aceptando la imposibilidad lógica como punto de partida para una práctica que no garantiza resultados, sino que crea condiciones de posibilidad.
Cruzar fronteras: entre lo clínico y lo social
La invitada analizó los conceptos de límites, confines y fronteras en la clínica. Definió el límite como una “línea imaginaria” que separa, pero también como un significante presente en expresiones como “poner límites” o “situación límite”. Los confines, en cambio, refieren a ir más allá de lo imaginado, desafiando los saberes establecidos para responder a las demandas de niños en contextos complejos. Narró el caso de un niño que se autoproclamaba “youtuber” y, al permitirle desplegar esa identidad en el consultorio, logró abrir un espacio para la palabra, mostrando cómo la clínica debe adaptarse a las singularidades de cada sujeto.
Las fronteras, según Minnicelli, marcan el territorio profesional y las incumbencias, pero también abren la posibilidad de crear puentes con otros discursos, como el jurídico o el educativo. Relató una anécdota sobre el traslado de libros en la aduana, ilustrando cómo las fronteras son zonas de “tránsito y contrabando” que requieren diálogo interdisciplinario. Criticó la confusión de roles entre disciplinas —psicólogos actuando como abogados y viceversa— y enfatizó la necesidad de una posición ética que respete las diferencias, fortaleciendo recursos sociales para los niños, como certificados de discapacidad o documentos de identidad. Señaló que los psicólogos no deben realizar esas gestiones, pero sí reconocer su importancia.
Finalmente, Minnicelli subrayó la relevancia de las transferencias de trabajo entre profesionales y con los niños, que permiten construir un lenguaje común en la frontera de los discursos. Relató el caso de un niño de cinco años que, tras pérdidas familiares traumáticas, fue diagnosticado con hiperactividad, pero cuyo malestar se abordó a través de un cuaderno donde escribía “cuentos” sobre su familia. Este caso mostró cómo la clínica debe escuchar lo real de la existencia del niño, más allá de los diagnósticos. Propuso dispositivos como ateneos clínicos o audiencias técnicas para compartir saberes y fortalecer la escucha de las niñeces, concluyendo que la formación interdisciplinaria es clave para crear condiciones de posibilidad en las prácticas clínicas.