Recorrida por ferias y plazas de Montevideo para concientizar sobre la necesidad de cambiar la atención en salud mental.
Al tiempo que el Parlamento discute el proyecto de ley de salud mental, la Comisión Nacional por una Ley de Salud Mental -un colectivo conformado por organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles, académicas, asociaciones de usuarios y de familiares- comenzó a llevar adelante acciones de sensibilización. La comisión se formó a fines de junio para incidir en la aprobación de la ley, pero sabe que el verdadero cambio va más allá de las normas y que uno de los principales problemas es la estigmatización que sufren quienes han tenido padecimientos psiquiátricos. El sábado se realizó la primera actividad, entre frutas, verduras, prendas de vestir y antigüedades.
“Por un Uruguay libre de manicomios” fue la consigna. La partida se fijó en la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar), a las 9.30. Entusiasmaba ver el viejo Leyland, ómnibus de El Abrojo, que llevaría a los participantes por varios puntos de la capital. Había estudiantes y egresados de las carreras de Psicología y Terapia Ocupacional de la Udelar, integrantes de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, de los colectivos Radio Vilardevoz y Ciprés, de la Asamblea Instituyente por Salud Mental, Desmanicomialización y Vida Digna, y de El Abrojo; en el trayecto se fueron subiendo otros.
¿Qué esperás de la actividad de hoy? “Que se sume mucha gente y que se empiece a tomar conciencia de que esto no es una enfermedad que nos ataca a unos pocos, sino que todos estamos expuestos, que nadie está libre”, respondió Olga Azikian, de Radio Vilardevoz. Insistió en la necesidad de que se apruebe una nueva ley que contenga los 11 puntos planteados por la comisión, en particular el que establece que el órgano de revisión y supervisión de la ley sea autónomo. “Hasta ahora, [el Ministerio de] Salud Pública nunca hizo las cosas bien; si no, no pasarían las atrocidades que pasan”, lamentó, y detalló cuatro muertes ocurridas en el último año y medio: “Como pasó con la hija de Gladys, que murió ahorcada en una sala de seguridad; como murió un compañero atado por medidas de contención y que le dieron pan y se ahogó; como murió el compañero en las colonias por la jauría de perros o como murió el otro compañero aplastado por la leña. Con la Comisión Nacional por una Ley de Salud Mental pedimos que se respeten los derechos humanos de cada uno de nosotros como seres que vivimos, que sentimos, que palpitamos, que latimos igual que tú y que ella”.
Ruidoso y con fuerza, arrancó el Leyland hasta llegar a la feria de Eduardo Acevedo Díaz. Dos personas bajaron con prendas que simulaban ser chalecos de fuerza; otros llevaban carteles que decían: “No al abrazo del chaleco, sí al abrazo fraterno”. “Ojo con el Daniel, guardá al Daniel”, dijo un feriante, bromeando; “No, la idea no es guardar a nadie”, respondió una integrante de la comisión. “¿Y esto qué es?”, preguntó otro puestero. “Ahí tenés que ir vos”, le gritó su socio. Al avanzar por la feria, el colectivo entregaba volantes con información sobre la comisión; la situación actual era sintetizada así: “Hoy en día se entiende que las personas con sufrimientos psicosociales deben ser separadas de su entorno familiar, comunitario y social, ya sea mediante la medicalización extrema, la hospitalización o el encierro. Esto no sólo no mejora las condiciones de salud, sino que les agrega sufrimiento institucional, aislamiento, estigmatización; daños propios de tratamientos que no respetan los derechos humanos”.
“Yo necesito porque soy medio loca”, dijo otra feriante pidiendo un volante. La aceptación del público y de feriantes no era total. “¡Tamos todos mal!”, exclamó una persona que reprobaba la performance. “Es para mejorar el sistema de salud mental”, explicaban técnicos, usuarios y estudiantes. “Hay gente que no tiene solución”, respondió una señora mientras compraba el pescado. Parada en un puesto de chacinados, otra chica de la comisión explicó: “Es para implementar otra forma de atención que no sea encerrando, medicando, con electroshock. Es un proceso largo. ¿Qué opinan?”, preguntó. “Está buena la idea”, respondió el vendedor. Otros se animaban a contar las historias que conocían de sanatorios y hospitales psiquiátricos -públicos y privados-, o del antes y el después de gente que había estado internada.
El ómnibus volvió a rodar y llegó a la feria de Villa Biarritz. “Vamos a cerrar los manicomios”, anunciaba Olga, y hubo quienes, temerosos, preguntaron: “¿Y qué hacemos?”. “Les damos atención comunitaria”, respondieron integrantes de la comisión.
El proyecto de ley propone cerrar asilos y hospitales psiquiátricos, fortalecer la atención a nivel comunitario y, de ser necesaria la internación, que se haga en hospitales generales, para evitar la estigmatización; prevé, además, brindar espacios alternativos, como casas de medio camino y hogares protegidos, para que quienes no puedan volver pronto con sus familias, o no las tengan, no sean absorbidos por las lógicas asilares.
Antes de arrancar, Gabriel Ferrari y Valeria Trindade, integrantes de la comisión, habían expresado que “la idea es plantear otro paradigma”. Reconocían que no era una tarea sencilla: “Implica derribar muchas barreras, chacras, salirse del ámbito de la salud y la enfermedad”. Por eso alimentan la idea de que el hospital Vilardebó sea un centro de referencia y apoyo, pero no un lugar de encierro.
El grupo descendió en la feria de la calle Salto; también allí había quienes no querían recibir el volante, y otros que pedían información sobre centros que dieran apoyo psicológico y hasta se sacaron una foto luciendo la consigna de la jornada. El siguiente punto era la plaza Matriz, pero no valía ir por cualquier camino, sino por la principal avenida. Con orgullo, el ómnibus transitó por 18 de Julio y, usando un megáfono, se alentaba a los transeúntes a acompañar la aprobación de una nueva ley. “¡Que nos traten como seres humanos, no como la escoria de la sociedad!”, pidió Olga, ante el desconcierto del público. La dinámica se repitió en la plaza Matriz. “Andá a saber en la situación en que están”, le dijo un vendedor de antigüedades a otro, al tiempo que un muchacho se sacó los auriculares y comenzó a acompañar la recorrida filmando con su celular.
Obligada fue también la parada en el Palacio Legislativo, aunque no fuera más que para sacarse una foto frente al simbólico edificio. El ómnibus tomó Millán y se detuvo en el 2515, Hospital Vilardebó, donde desde temprano en la mañana transmitía Radio Vilardevoz. Los integrantes del colectivo radial esperaba en la vereda para sumarse al recorrido. Ningún funcionario se asomó; de todos modos, las pancartas, los chalecos y el megáfono habían quedado en el ómnibus. La comisión trabaja para incluir a los funcionarios y ahora, además de reclamar que se establezca un cronograma de cierre de todas las instituciones asilares y hospitales psiquiátricos, pide que la medida no perjudique los derechos laborales de los trabajadores, y que no implique pérdida de puestos de trabajo ni rebaja salarial. Mónica Giordano, de Vilardevoz, insistió en que el cambio de modelo asistencial mejorará las condiciones laborales de los hospitales y asilos; “la violencia institucional cae sobre todos, no solamente sobre los usuarios; los trabajadores tienen derecho a trabajar en dispositivos que estén realmente adecuados y que puedan brindarles formación, capacitación y cuidado”, expresó.
Los integrantes de la radio subieron al ómnibus y partieron rumbo a la feria del Parque Posadas, para terminar en la plaza Lafone, donde los esperaban la radio comunitaria El Puente y el Cuarteto del Amor. El destino del ómnibus de El Abrojo tiene el letrero “Despacito por Las Piedras”, una propuesta sociocultural de ese colectivo, pero el sentido de la frase sirve también para graficar lo que implica la lucha contra la estigmatización y la indiferencia.