Una investigación oficial muestra que un 2% de los escolares tiene capacidades elevadas en relación con la media y por tanto “necesidades psicopedagógicas especiales” que “requieren ser contempladas”, según el Ministerio de Educación y Cultura
“Uruguay es un gran semillero de jugadores de fútbol, y en eso incide un factor cultural desde la infancia, a partir del baby fútbol, y que explica el desarrollo de talentos como los de (Edinson) Cavani o (Luis) Suárez. Sin embargo, existe una franja importante de población infantil con otras altas capacidades —deportivas, artísticas, científicas— y sobredotada, con necesidades psicopedagógicas especiales que requieren ser contempladas por el Estado”.
Así explicó a Búsqueda la subsecretaria del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), Edith Moraes, las razones por las cuales esa cartera se propone desarrollar una política educativa específica para alumnos con altas habilidades intelectuales. Moraes coordina un grupo de estudio sobre esa población con el objetivo de “producir elementos para el diseño de una política educativa” que atienda a esos niños y niñas.
Según datos preliminares de la investigación, que incluye un “estudio de prevalencia” de las altas habilidades y superdotación o sobredotación de alumnos de ocho años que cursaron educación primaria en 2018, alrededor de un 2% presenta capacidades intelectuales muy superiores al total de alumnos. Esto permite inferir que “habría al menos 15.000 niños y adolescentes con altas habilidades y superdotación en Uruguay”, considerando todos los niveles en 14 años de educación obligatoria, dijeron a Búsqueda integrantes del equipo de estudio.
Las personas con altas habilidades tienen un coeficiente intelectual elevado en alguna disciplina, no necesariamente en todas, pero poseen una inteligencia superior a la media, explicó el neuropsicólogo Horacio Paiva, quien dirigió parte de la investigación. Un superdotado presenta un cociente intelectual (CI) de 130 o más, con base en tests de inteligencia.
El objetivo del MEC fue determinar con precisión la cantidad de alumnos “superdotados” o con altas capacidades en Uruguay. A escala mundial, la cantidad de población con estas características oscila entre 2% y 3%, y “era de esperar” que Uruguay se ajustara a esos parámetros, contó Paiva a Búsqueda.
Para comprobarlo, el grupo de trabajo contó con apoyo del Departamento de Investigación y Evaluación del Consejo Directivo Central (Codicen) y del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP).
El estudio de campo buscó conocer con exactitud “quiénes y cuántos son”, “dónde están” y “cómo se comportan” en clase los niños y niñas con altas habilidades y sobredotación, según una resolución firmada por la ministra María Julia Muñoz en mayo de 2018.
La investigación empezó a mediados de 2018; el informe final, a cuyo avance accedió Búsqueda, se divulgará en los próximos meses.
Testeo de talentos
El doctor Óscar Quiñones y Paiva son los “ideólogos” de un plan diseñado por el MEC para apoyar a los alumnos con altas capacidades. Quiñones le planteó a la ministra de Educación el caso de un niño de 11 años que había ganado la Olimpíada de Matemáticas entre más de 20.000 escolares y mostró altas habilidades en el área científica. Este cirujano cardiólogo, entusiasmado con la detección de jóvenes talentos, le pidió apoyo a la ministra, tras constatar la falta de instrumentos para atender a esta población infantil.
Médica de profesión, la ministra observó que las políticas educativas en Uruguay cuentan con una larga trayectoria en educación especial para niños con distintas discapacidades, pero no existe una respuesta eficaz del sistema para quienes poseen altas capacidades intelectuales, según dijo a Quiñones en aquella reunión.
Carmen Castellanos, inspectora nacional de Educación Especial de Primaria —órgano que desde 2014 se ocupa de ejecutar acciones para asegurar la inclusión educativa— coincidió tiempo atrás en que el sistema educativo sigue en deuda con esa franja de niños con altas capacidades. La superdotación, por ejemplo, no se estudia en Magisterio.
En 2014, la ANEP elaboró la circular 38 que estableció un protocolo de inclusión de los niños que requieren educación especial. Pero se avanzó “poco y nada” con los niños con superdotación. Así, Uruguay es uno de los países más atrasados de la región en el abordaje de este tema, según los expertos.
En 2016, Muñoz volvió a recibir a Quiñones con una buena noticia: el MEC había decidido atender a estos niños y delinear líneas políticas “por una razón de justicia social”.
Ya en marzo de 2017, la ministra planteó durante una charla con vecinos y militantes frenteamplistas de San José que era necesario “atender a ambos extremos” de alumnos, “al chiquilín que le cuesta aprender” y también al “superdotado”. “Para atender a los superdotados ya se está trabajando con un grupo de psicólogos y médicos. Pero primero hay que saber cuántos tenemos en Uruguay, porque algunos especialistas nos dan la cifra de 20.000 y otros de 70.000”, dijo (Búsqueda Nº 1.911).
El relevamiento abarcó una muestra de 923 alumnos de ocho años de edad, elegidos de forma aleatoria, sobre un total de 79 escuelas, entre públicas (61) y privadas (18) del área metropolitana. Aparte de los tests de inteligencia se hicieron otras evaluaciones psicosociales.
Los resultados preliminares del estudio permiten concluir que un 2% de los alumnos cuenta con “altas capacidades”. Según los expertos, esto implica que habría “un piso de 15.000 niños y adolescentes” con ese nivel de inteligencia. Solo en Primaria, debería haber 8.000 niños con superdotación intelectual, estimaron.
Neurociencia y política
La investigación se centró en los niños de ocho años porque a esa edad el desarrollo cognitivo es suficiente para definir si la persona presenta altas capacidades o no, y porque se puede intervenir con atención pedagógica específica para potenciar el desarrollo de las altas habilidades, precisó el neuropsicólogo Paiva, que está especializado en niños.
También explicó que la inteligencia se distribuye en la población “de la misma forma en que algunas personas son muy altas o muy bajas”, y que en los casos de estos niños influye, además de factores genéticos y ambientales —como la contención y motivación familiar, la alimentación, entre otros—, “un poco de azar”.
Con los datos procesados, las autoridades educativas buscarán “potenciar las acciones estatales” y “afianzar vínculos institucionales” con la academia —en particular la Facultad de Psicología de la Universidad de la República— para “optimizar los resultados y generar las políticas adecuadas” para esta población.
Entre otros cometidos, figura “el estudio y selección de intervenciones psicopedagógicas a incluir en el diseño de la política educativa” para la atención de estos niños.
“Desde hace 10 o 15 años existe una creciente demanda de atención de estas poblaciones, y un significativo aporte de la ciencia y de la neurociencia, que es la que más ha avanzado”, dijo a Búsqueda la viceministra Moraes.
“El sistema de educación pública diseñará una política diferenciada para atender a los alumnos con altas habilidades y sobredotados”, aseguró la jerarca del MEC. “Diferenciar” no significa separarlos del resto de sus compañeros, sino que continúen en el mismo centro educativo, pero con “apoyos psicopedagógicos especiales”, dijo.
Moraes es contraria a aplicar como estrategia pedagógica de estos escolares la “aceleración” de los cursos (adelantar grados), y, en cambio, apoya el “enriquecimiento de la oferta curricular”, sumando proyectos de investigación y actividades extracurriculares, entre otras “herramientas” para detectar e intervenir con estos niños.
También impulsó la realización de seminarios y talleres para la formación de los docentes en su actuación con alumnos que aprenden “más rápido” y “de formas distintas” al resto de la clase.
Toda esta apuesta, añadió, requiere una política pública “viable” y una inversión “acorde” y “significativa”.
Talentos invisibles y malos diagnósticos
“No se trata de separar los talentos, sino de potenciarlos”, coincidió Paiva. Porque la meta es “generar las condiciones para que las altas capacidades se visualicen”, explicó. “En los barrios más vulnerables del país también existen talentos como los de la bailarina María Riccetto o el músico Luciano Supervielle que no son detectados y desarrollados”, dijo. “Son talentos invisibles hasta para sus familias y que el país se da el lujo de desaprovechar”.
En cambio, hay familias que pueden pagar la intervención pedagógica para hacer un seguimiento de sus hijos, que “muchas veces presentan problemas de conducta”, porque “no atienden” o “se aburren en clase”. Aunque observan que son niños inteligentes, “las maestras tampoco saben qué hacer con ellos, y entonces llaman a los padres y les sugieren que los lleven a un psicólogo”, explicó.
Paiva contó que en su consultorio ha recibido muchos casos de “niños-problemas” —por deficiencias atencionales o mala conducta, que suelen ser confundidos con patologías psicológicas o psiquiátricas, como hiperactividad o autismo— y que resultan ser “enormes talentos”, pero mal diagnosticados.
Quiñones y Paiva también señalaron que para atender a los niños con altas habilidades se necesita “una inversión económica importante”. “Si cada escolar cuesta US$ 2.500 al año, un chico con alta habilidad demandará el doble. Pero esa inversión luego redundará en un beneficio multiplicado para la persona y para toda la sociedad”.
El coeficiente intelectual no es lo único que cuenta para determinar las altas habilidades de las personas, dijo Paiva. Otro factor importante es el grado de compromiso y de motivación para desarrollarla, así como de creatividad para plasmar las ideas.
Por su parte, el MEC defiende que esos talentos deben ser atendidos a tiempo y acompañados en el desarrollo de sus capacidades, porque “no solo es un derecho individual sino que favorece la riqueza del país”, sostuvo Moraes.