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"¿Cómo saber si se tiene una vocación?"

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Temática
Vocación, motivación, comportamiento
Medio
El País
Medio
Medio digital
Entrevistado/a o mencionado/a por Facultad
Fecha
FUENTE
https://www.elpais.com.uy/domingo/vocacion.html

Una vocación es algo que se parece a una voz: una especie de llamado que tiene que ver con todo lo que somos. Una vocación es algo que se parece a una militancia: algo que nos moviliza, que nos conmueve, que nos hace accionar. Una vocación es algo que se parece a una consecuencia: una construcción que depende de nosotros mismos pero también de los otros, de un tiempo y de un espacio, de unas circunstancias, de un contexto histórico.

Cuando Agustina cumplió 18 años y terminó de cursar el liceo no sabía qué quería hacer: si estudiar una carrera universitaria, si le gustaban las letras, la educación o la biología, si prefería buscar otra alternativa que no fuera la universidad, si quizás era mejor buscar un trabajo y tomarse más tiempo para pensar. Pero sus dos hermanos mayores habían terminado el liceo y se habían anotado en la universidad. En su familia había una idea: la de que, teniendo la posibilidad, había que tener un título universitario. Y ella pensó que quizás era así, que tendría que hacer lo mismo que sus hermanos. Eligió psicología sin estar segura. Estudió un año. Dejó la facultad. Se inscribió en Ciencias Sociales sin estar segura. Estudió un año. Y un día, sin hablarlo con nadie ni decir nada, se inscribió en una escuela de cocina. Era evidente: no se trataba de la universidad, se trataba de entender qué era eso que siempre la había motivado sin escuchar a los demás, sin sentir la presión del entorno. Y lo que la movía, lo que disfrutaba, lo que realmente la conmovía era eso: cocinar para su familia, para sus amigas, para los momentos especiales.

La palabra vocación tiene su origen en el Latín vocare, que en su traducción más literal significa llama, pero que también puede entenderse como llamado. La Real Academia Española dice, en su primera definición, que una vocación es la “inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión”. En segundo lugar, que se trata de una “inclinación a un estado, una profesión o una carrera”. Y después, al final, dice: “Convocación, llamamiento”.

¿La vocación se trata, entonces, de saber escuchar una especie de voz interior que nos guía hacia el lugar “correcto” o es una construcción, algo que se forma con y en el tiempo?
Una búsqueda

Para Luis Gonçalvez Boggio —psicólogo, magister en Psicología Clínica y coordinador del programa de Psicoterapias de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República— la vocación tiene que ver con un proceso de construcción personal e identitaria “que demanda un diálogo íntimo con uno mismo y, además, requiere un sistema de redes de apoyo en su contexto inmediato (padres, cuidadores, docentes de las instituciones educativas, padres de los amigos, estudiantes que se encuentran estudiando una carrera afín a los gustos de la persona implicada en una elección vocacional, etc)”.

En este sentido, la vocación sería, primero, un llamado —algo que nos enciende, que nos motiva, que nos mueve— y después, una búsqueda.

“Si bien hay quienes tienen aficiones o aptitudes muy marcadas desde la niñez, en la mayoría de los casos la vocación se construye a lo largo de la vida en el interjuego entre nuestras potencialidades y las experiencias por las que atravesamos”, dice Verónica Orrico, psicóloga especializada en terapia Cognitivo Conductual y en terapia de Aceptación y Compromiso.

Para ella, la vocación tiene que ver, también, con “algo que nos importa de verdad, con los valores que nos guían, las causas que nos conmueven, algo que nos dé sentido de trascendencia y nos permita contribuir a un mundo mejor”.

Esa búsqueda, sin embargo, no se trata (o no solamente) de una suerte de introspección hacia llegar a lo más profundo para encontrar eso que nos conmueve, sino que está atravesada por distintos factores internos pero sobre todo externos.

“Está influenciada por nuestras aptitudes personales (aquello para lo que tenemos facilidad), las oportunidades de aprendizaje y por factores sociales y culturales: expectativas familiares, información disponible, carreras existentes y sus costos, mensajes de los medios de comunicación, prestigio social de la profesión”, explica Orrico.

En ese recorrido social y cultural, dice Gonçalvez, las interacciones y los vínculos juegan un papel preponderante. “La subjetividad del futuro técnico, trabajador o profesional va a estar interactuando permanentemente con el contexto”.

Así, asumiendo que la vocación tiene que ver —en este tiempo y en esta sociedad— con la elección de un proyecto de vida e incluso de futuro, la decisión de qué hacer supone, sostiene Gonçalvez, un punto de inflexión.

“La elección de una carrera, por ejemplo, más tarde o más temprano, puede estar atravesada por la presión familiar, por el propio sistema educativo, o por el hecho de que, ligada al aspecto económico, implique cómo en el futuro los ahora adolescentes van a ganarse la vida. Cuando los jóvenes se preguntan qué van a hacer en el futuro, se instala siempre un momento de crisis (que puede llevar días, meses u años)”. Esa elección, explica el psicólogo, no debería tener el peso de ser para siempre. Y mucho menos en estos tiempos, en los que las posibilidades parecen más infinitas que nunca. “Más que un acto, es un proceso de variadas elecciones que se han venido haciendo en forma más o menos consciente”, dice Gonçalvez.
¿Y si no hay una vocación?

En tanto la vocación es una búsqueda, supone, entonces, un proceso: que el tiempo pase, que le aporte densidad a esa indagación. “Encontrarla implica un camino de autoconocimiento que nunca termina”, dice Orrico. No hay, entonces, una edad para llegar a ella.

Sin embargo, en la actualidad, la idea de proceso, de tiempo, de lentitud, tiene poca cabida. “En lo contemporáneo la construcción de un proyecto educativo se contrapone con la lógica hipermoderna en donde todo tiene que ser rápido y ya, en donde cualquier demora es considerada una frustración, y en donde permanentemente tenemos que estar cambiando de forma, sin haber tenido las posibilidades de tomar contacto con las sensaciones que la nueva forma instituye —explica Gonçalvez—. No importa si es una tecnicatura, una licenciatura, un magister, un diplomado, una especialización, un doctorado o un posdoctorado: estamos obligados a cambiar de forma permanentemente, cuando no instantáneamente”.

Pero, ¿qué pasa cuando no hay una vocación? ¿Es posible que no exista ningún interés, ninguna pasión, ninguna voz, ninguna búsqueda?

“Quien no ha sentido un ‘llamado vocacional’, como se nominaba antes a la vocación asociándola a un ‘llamado divino’, quizás por un tema de desamparo, vulnerabilidad o fragilidad históricas, no tuvo oportunidad de desarrollar ese diálogo íntimo para poder descubrir sus potencialidades y habilidades a la hora de construir una trayectoria educativa”, dice Gonçalvez.

Llegar a encontrar y definir una vocación depende, también, de cuánto nos hayan estimulado a hacerlo. La falta de espacio, tanto en el ámbito familiar como institucional, para poder hablar y explorar, para reflexionar sobre un proyecto de vida y de futuro posible, así como el poco acceso a la información sobre las posibilidad, las ofertas y las opciones que existen, pueden ser factores que condicionen la falta de vocación.

¿Todos tenemos una vocación? Probablemente sí. El problema es como casi siempre la posibilidad (o no) de poder buscarla: la chance de una elección.

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