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"Depresión oculta por la sonrisa"

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Temática
Depresión atípica y distimia
Medio
El País
Medio
Medio impreso
Conductor/a - Periodista
Rosalía Souza
Entrevistado/a o mencionado/a por Facultad
Otro/a entrevistado/a
Pedro Bustelo
Fecha

En la risa puede haber melancolía y tristeza. En la risa, en la sonrisa, no siempre hay alegría. Puede ser un “estoy bien o lo intento” y, aunque sea una risa sin tristeza, puede ser un camuflaje a la depresión. En la risa, en el “yo puedo”, a veces hay agotamiento, en la energía aparente, un calvario profundo. Hay “personas que se ven embotadas, anestesiadas, en ‘piloto automático’, y se encuentran en una guerra consigo mismas por ser hiperactivas, hiperaceleradas, por estar hiperconectadas e hiperinformadas. Este estado hiper tiene su contracara en el estado hypo: los estados depresivos en donde se da un permanente sentimiento de falta, de reproche de sí mismo, de autoagresión”, explicó a El País el psicólogo y magíster en Psicología Clínica Luis Gonçalvez Boggio. Esa paradoja descrita entre el “hiper y el hypo” es característica de dos trastornos que se conocen como depresión atípica y distimia. Gonçalvez, que es profesor adjunto del Programa de Psicoterapias de la Facultad de Psicología de la Udelar, contó que estos trastornos mencionados dentro de la depresión –uno de los males contemporáneos junto a la ansiedad– son los que han crecido más.

Distinta
“Cuando yo me deprimí (...) no corté en ningún momento con mi rutina. Al contrario: mis notas en la facultad nunca fueron mejores, salía a bailar y hasta me iba de viaje con mis amigas, haciendo trekking de alta montaña en Mendoza y deportes extremos. Para cualquiera que me viera, yo era una chica sana que hacía todo lo que se esperaba de ella. Pero en mi interior vivía un infierno”, contó a principios de este año Marina, una chica diagnosticada con depresión atípica a La Nación. La nota entera es el testimonio en primera persona de esta chica que, ante los demás era perfecta y se sentía en su mejor momento, pero en su cabeza estaba sufriendo, angustiada, desmotivada, sin deseo. “Yo era una chica sana que hacía todo lo que se esperaba de ella”, fue una de las frases de Marina. Las expectativas altas, las exigencias del mundo laboral de los tiempos que corren y la contracara de la constante competencia con uno mismo y con los otros son características del hoy. A esa frase de Marina, el psicólogo Gonçalvez la traduce como un “yo debo estar a la altura”, “debo ser el mejor”, “debo conseguirlo” y de esa creencia, afirmó, se deriva el cansancio y la fatiga crónica. A diferencia de lo que sucedía en otros tiempos, la explotación hoy es autogenerada. En la depresión atípica, que algunos llaman “depresión sonriente”, está la presión de estar a la altura de la actualidad, de lo que uno mismo se propuso, de lo que la velocidad y las exigencias que plantea hoy el mundo. Sostuvo Gonçalvez: “Somos bombardeados permanentemente por nuevas opciones que nos mantienen siempre al vilo”, y esto sucede a nivel laboral, en las relaciones personales, en la formación. Todo está al alcance de las posibilidades, aunque llegar a esto signifique el sacrificio de la sobreexigencia a uno mismo.
 

Síntomas

Consultado por El País, el psiquiatra y presidente de la Fundación Cazabajones, Pedro Bustelo, explicó que contrario a lo que sucede con la depresión típica –la del insomnio, la falta de energía, la tristeza, la falta de placer y deseo, la falta de apetito–, en lo atípico hay hipersomnio, hiperorexia y falta de tristeza. “Pueden dormir y duermen todo el día; es una especie de sueño refugio, porque mientras duermen no sufren. El apetito se incrementa y la persona muchas veces engorda”, señaló. Y luego está la tristeza, o su falta, que aunque en sí misma no signifique depresión, suele ser uno de sus signos. En los casos atípicos, no se manifiesta claramente. En cuanto a la distipia, esta se trata de una depresión específica que se caracteriza por ser menos severa, pero que dura por lo menos dos años y en el medio puede tener episodios depresivos más severos. Por ser más atenuada, los síntomas suelen pasar más desapercibidos. Sin embargo, si la falta de interés en actividades, la tristeza, la baja autoestima, la sensación de vacío son persistentes, se debe consultar. “No es muy profunda y no te mata por suicidio, pero te quita mucha calidad de vida y hay que tratarla”, afirmó. Lo que no significa que en estos tipos de depresiones fuera de lo común no haya dolor. Pero en lugar de combatirlo o entregarse a él, la persona se anestesia. Con el cuerpo y la mente anestesiada, el individuo transita el exceso de positividad que significa el “todo lo puedo”. Pero tiene sus consecuencias. Una de las características de una persona depresiva es la anhedonia, cuando ya ni siquiera hay gratificación por hacer algo que antes daba placer. “Una vida sin sentido pero sin sentirlo”, aseveró Gonçalvez.
 

Tratamiento

Para el tratamiento el psiquiatra Pedro Bustelo recomendó antidepresivos a través de consulta psiquiátrica, también consideró que es fundamental la psicoeducación, explicándole al paciente qué es lo que tiene en un lenguaje sencillo y claro, y un acompañamiento de psicoterapia. Por su parte Gonçalvez cree que es bueno el trabajo desde las psicoterapias corporales. Primero plantearse preguntas como “¿por qué no comemos?, ¿qué nos angustia?, ¿a qué le tenemos miedo?”, etcétera. “Estas depresiones son consecuencia de la sociedad del cansancio, del rendimiento y de la transparencia, como las nomina el autor Byung Chul Han”, y añadió: “Implica estar desencantado con la vida. Es la sociedad del dopaje y de los fármacos para poder rendir más. Una sociedad dopada duele menos”. Y aunque está de acuerdo en que en las depresiones mayores es necesario un tratamiento con psicofármacos, como potenciador de la recuperación, opinó que “para estas depresiones atípicas los psicofármacos aislados son una parte esencial de la construcción de la arquitectura de nuestro propio cautiverio”. Marina contó a La Nación que, en su caso, fue cuando conoció a Clara, su psiquiatra, que supo lo que tenía: dijo “que lo que me pasaba no era mi culpa; que yo no era ‘débil’ por sentirme así y que simplemente mis neurotransmisores no estaban haciendo su trabajo, por lo que había que darles ‘un empujoncito para que se pusieran en marcha’. Nada más. El resto era cuestión de seguir con la terapia para encontrar los motivos que me habían hecho caer en este agujero, algo que iba a ser mucho más fácil con la ayuda de los medicamentos”.
 

El trastorno en los hombres

“La depresión sonriente es más común en los varones, porque no tienen permiso cultural de expresar sus emociones. Todos hemos escuchado la canción de Zitarrosa que dice ‘Becho quiere un violín que sea hombre/que al dolor y al amor no los nombre’. Son bombardeados desde niños con mensajes culturales, familiares, etcétera. Entonces, cuando están deprimidos, no lloran. Eso genera que a pesar de que la depresión es mucho más frecuente en las damas, los suicidios consumados son mucho más frecuentes en los varones”, explicó Pedro Bustelo, psiquiatra y presidente de la Fundación Cazabajones.
 

"La depresión atípica es uno de los males de estos tiempos"

 

Los medicamentos y la psicoterapia son eficaces para la mayoría de las personas que sufren depresión, incluida la depresión atípica.

 

Señales distintas por paciente

Los síntomas de la depresión atípica pueden variar de acuerdo al paciente. Los signos y síntomas clave pueden incluir lo siguiente: depresión que surge de forma temporal en respuesta a buenas noticias o eventos positivos, aumento del apetito o del peso, dormir en exceso y aún así sentirse cansado durante el día, sensación de pesadez en brazos o piernas que dura una hora o más al día, sensibilidad al rechazo o a las críticas, lo cual afecta las relaciones, la vida social o el trabajo. De acuerdo con la Clínica Mayo, no se conoce exactamente qué causa la depresión atípica

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