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"Educación muros adentro"

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Temática
Educación Superior en contexto de encierro
Medio
Portal de la Universidad de la República
Medio
Medio digital
Fecha
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http://www.universidad.edu.uy/prensa/renderItem/itemId/43008?utm_source=dlvr.it&utm_medium=facebook

Los tutores de la Udelar que trabajan con estudiantes privados de libertad se reúnen cada dos semanas durante el año académico, en la sede del Programa de Respaldo al Aprendizaje (Progresa). Allí comparten sus experiencias y traen las voces de la cárcel: sus relatos muestran que sí se puede transformar la realidad.

Progresa tiene ya varios años de experiencia en las tutorías entre pares, un programa a través del cual algunos estudiantes que ya cursan carreras en la Udelar dan su apoyo a otros que van a ingresar, recién comienzan su trayectoria en la institución, o bien necesitan de algún acompañamiento específico. Las tutorías con estudiantes privados de libertad (EPL) llevan un año de prácticas formales en distintas unidades penitenciarias con reclusos que cursan carreras como Psicología, Educación Física y Ciencias Sociales, entre otras. Tanto el semestre de formación teórica como las prácticas se realizan con la supervisión de los docentes Alejandro Bouzó y Alicia Álvarez.

El Portal de la Udelar visitó una de las instancias de coordinación, donde más de 20 tutoras —en el segundo semestre hubo varones, pero muy pocos— se encontraron con ganas de hablar acerca de los avances de los estudiantes que apoyan, y también para plantear dudas e inquietudes que surgen cada vez que se ingresa a las unidades penitenciarias. Las tutoras tienen un vínculo directo con los estudiantes, pero también articulan con operadores penitenciarios y con referentes de sus facultades.

Con la orientación de Bouzó, la conversación de las tutoras se iba ordenando de acuerdo al trabajo en cada unidad penitenciaria. Algunas que asistían al Comcar (ex Complejo Carcelario Santiago Vázquez) comentaban que los EPL que ellas apoyaban estaban motivados preparando los exámenes: «nos dijeron qué temas quieren repasar o profundizar. También dijeron que no tenían tantas ganas de ir a leer, por eso miramos videos». La charla se detuvo en un intercambio sobre los espacios de inclusión digital de las unidades. Son salas con computadoras destinadas a la consulta y el estudio de los reclusos, que están siendo instaladas por Antel en el área metropolitana. En algunas unidades están completas, en otras faltan algunos elementos, y en otras todavía no hay.

Hablaron sobre los avances de los EPL, comentaron cómo en varios casos iban mejorando su nivel de lectura y cómo estaban estudiando con mucho compromiso. Por ejemplo, uno de los estudiantes se encontraba trabajando en el Polo Industrial de su unidad, y además «quería preparar tres o cuatro materias» para rendir a fin de año, contaron. Los reclusos tienen la oportunidad de disminuir sus penas acumulando horas de trabajo o de estudio, y en el primer caso se genera una reducción mayor. En el grupo también se habló sobre dificultades para preparar materias como Estadística, y cómo lo podrían resolver.

Experiencias
Comentaron el caso de un estudiante que fue beneficiado con una beca de tipo económica del Servicio Central de Bienestar Universitario. Las tutoras lo veían «bastante frustrado» por complicaciones que se presentaron para definir quién podía cobrar el beneficio por él —los reclusos no están habilitados—, y luego de unas cuantos intentos no se encontraba una solución. Bouzó recomendó que en esos casos, las tutoras contacten referentes en su servicio universitario, por ejemplo en las Unidades de Enseñanza. También indicó que si el estudiante ya ganó la beca, aún si demoran los trámites, no pierde el derecho a cobrarla. En esta situación, como en otras, las tutoras y el estudiante tendrían que trabajar para «manejar la ansiedad», aconsejó.

Los EPL también querían saber cuándo y cómo podrían rendir sus exámenes, y quiénes serían los docentes encargados de tomarlos. La decisión al respecto depende de cada servicio y de cada examen: en algunos casos, se toma simultáneamente dentro y fuera de las unidades de reclusión, otras veces hay una instancia especial, los docentes a cargo no siempre son los que ellos conocen. Otras consultas que aparecieron en la charla tenían que ver con estudiantes que no se sentían bien preparados para dar examen a fin de año. El coordinador expresó a las tutoras que «lo importante no es tanto rendir el examen y que sea exitoso; si no puede llegar a diciembre, que sea en febrero o en julio, lo importante es que encuentre su ritmo de estudio».

Algunos estudiantes comenzaron en el programa cuando estaban privados de libertad, pero luego egresaron de la cárcel y continúan estudiando. Un grupo de tutoras los está acompañando en esta etapa, se trata de una experiencia que está comenzando. Con relación a este programa, las tutoras contaron que en algunos casos los estudiantes comenzaron a trabajar, o salieron de unidades en el área metropolitana y fueron a vivir a departamentos más alejados. En ambas situaciones se presentaron dificultades para coordinar los horarios de las tutorías, el grupo conversó sobre posibles soluciones y también sobre las expectativas de los recién liberados. Varios piensan en inscribirse a otras carreras, porque estando privados de libertad no pudieron cursar la que más les interesaba.

El encuentro de estos estudiantes con sus tutoras tiene un color particular. Mathías, uno de los liberados este año, les decía que estaba «esperando el jueves» para para que llegara el espacio de tutorías, y que no iba «solamente a estudiar sino a compartir un montón de cosas». Las tutoras contaron que tenía mucha facilidad y compromiso con el estudio; en solamente dos años, estando privado de libertad, terminó Secundaria y empezó a estudiar en la Universidad. Notaron que él «necesita hablar de su experiencia de vida. Hablamos mucho de eso, del apoyo que siempre le dio su hermana, de cómo ella estudia dos carreras». Desde que Mathías tiene la beca de Bienestar Universitario, «siempre se ofrece a comprar bizcochos» o algo para compartir.

Con Bouzó intercambiaron impresiones sobre su nueva relación con Mathías, ahora «como compañeros de facultad». En estos casos los estudiantes liberados fueron apoyados en su filiación en la Udelar, «para manejarse en la facultad, adaptarse al uso de TIC, del EVA, inscribirse para un examen o darse de baja».

Libertad en el patio
Al culminar el semestre, la charla se enfoca en la llegada de los exámenes o en los trámites para las becas, pero no siempre fue así. Las tutoras que asistían a la Unidad 3 (ex Penal de Libertad) contaron que no pudieron cumplir con todas las visitas que se habían planteado porque la cárcel tenía pocos funcionarios. Durante varias semanas todo fue muy irregular y en varias ocasiones no les permitieron ingresar. Dentro de la unidad hubo agresiones, peleas, suicidios y otros eventos que empeoraron un ambiente que es de por sí violento y sumamente opresivo. Bouzó recordó que el informe 2017 del Comisionado Parlamentario para el Sistema Penitenciario explica que «tres de cada diez presos está recluido en condiciones de tortura. El Penal de Libertad es una de las unidades donde se da esa situación». La falta de personal también llevó a suspender muchas salidas al patio de los internos.

En sus primeras visitas a esa unidad, las tutoras quedaron «muy movilizadas, vimos una realidad que era muy cruel, de castigo real. Justo cuando fuimos por primera vez uno de los edificios estaba en huelga, nos decían “está tranquilo porque hay un edificio en huelga”, y en realidad no paraba de haber gritos por todos lados, era un ambiente que nos impactó. Acá nos re prepararon, pero entrar ahí fue como otra cosa». Aseguraron que «es una de las peores cárceles. Nos enteramos de situaciones muy duras como por ejemplo, que solo tienen tres horas semanales para salir al patio, y el resto del tiempo están encerrados. ¿Cómo hacés para no volverte loco en un lugar donde hay gritos todo el día y no podés ni caminar?». «Ahí adentro se manejan drogas, se manejan armas que nadie sabe por dónde entran, pero ellos están en una amenaza constante porque no saben qué puede pasar» agregaron.

«La realidad ahí es horrible, los derechos quedan totalmente vulnerados, no da chance a ninguna rehabilitación, que es lo que está en el discurso. Se han hecho cosas a favor como esto de dar lugar al estudio, pero falta un montón». A pesar de todo, afirmaron que «en las tutorías se generó un ambiente, entrás y estás con el estudiante, empezás a estudiar y a comunicarte y te olvidás de todo eso. La primera vez nos re chocó pero a la segunda ya fuimos directamente, nos pusimos a estudiar y ya nos sentimos mucho más cómodas; también algunos operadores nos re ayudaron». Algunos estudiantes «aprovecharon las mínimas salidas de la celda para ir al espacio de tutorías, y se quedaron sin salir al patio». Otro EPL de la misma unidad «tuvo la opción de ser trasladado a una cárcel del interior, pero prefirió quedarse ahí para seguir estudiando», contaron.

Las tutoras no dejan de ver que los estudiantes «tienen muchas ganas de salir adelante, te da ganas de ayudar a alguien que tiene ese interés». Comentaron que «en lo teórico tal vez sabías a dónde ibas pero no era tan real, y ahora de repente ves noticias de la cárcel y decís “pah, yo estoy ayudando a que todo sea un poquito mejor para una persona que está ahí”, eso es re motivante. Y ver cómo ellos valoran que nosotras vayamos, cada vez que vamos nos hablan del esfuerzo que hacemos para ir. Eso a uno lo infla, no vamos ahí por créditos».

Desde la creación de la Comisión Central para la Inserción de EPL en la Udelar, la cantidad de reclusos que estudian viene creciendo rápidamente y en el segundo semestre de 2018 hubo más de 50 en Montevideo y algunos en Maldonado apoyados por el programa de tutorías de Progresa. Cerca de 100 interesados en varias unidades de todo el país, aún no pueden hacerlo.

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