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"El incendio en residencial de Treinta y Tres fue 'una tragedia casi que anunciada', según experta en vejez"

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Temática
Incendio en residencial
Medio
El Observador
Medio
Medio digital
Conductor/a - Periodista
Tomer Urwicz
Entrevistado/a o mencionado/a por Facultad
Fecha
FUENTE
https://www.elobservador.com.uy/nacional/el-incendio-residencial-treinta-y-tres-fue-una-tragedia-casi-que-anunciada-segun-experta-vejez-n5950465

La investigadora María Carbajal advierte por la falta de cuidados a los adultos mayores y cómo en Uruguay se silencia a los más viejos de la sociedad.

Una brasa de la estufa a leña encendió una alfombra y en cuestión de minutos, casi la totalidad del residencial de adultos mayores de Treinta y Tres ardió. Esa es la hipótesis más probable detrás del incendio que dejó más muertos en un establecimiento de este tipo en Uruguay.

Para la investigadora y docente María Carbajal —psicóloga especialista en envejecimiento y vejez—, el incendio dejó al descubierto un problema más profundo: cómo Uruguay trata a su viejos.
 

Diez adultos mayores murieron en el incendio de un residencial de Treinta y Tres, ¿casualidad?

No. Para mí es una tragedia casi que anunciada. Si hace 15 días me preguntabas si eso podría ser factible que pasara, te hubiera dicho que sí.
 

¿Por qué?

No es una única causa. Pero basta darse cuenta de un problema de raíz: en Uruguay, la mayoría de establecimientos para el cuidado de adultos mayores no nacen desde cero. No son construidos pensando en esa actividad. Solo dos (de los más de 800 que se conocen) fueron pensados originalmente como locaciones para este servicio.
 

¿Y el resto?

El resto surge como un simple negocio. Alquilamos una casa y listo. Por lo general son casas viejas, con pasillos angostos y largos. A lo sumo hacemos alguna reforma y listo. Pero no tomamos en cuenta la poca movilidad de los usuarios. Por ejemplo: si ocurre un incendio y tengo a diez personas con baja movilidad, ¿por dónde, quiénes y cómo los sacan a un lugar seguro? No existe un protocolo unificado. Los arquitectos no intervienen en las inspecciones que hacen Salud Pública y Desarrollo Social. No estoy hablando siquiera de contar con la habilitación de Bomberos, sino de pensar cómo fueron pensando los lugares.
 

¿Las condiciones edilicias son la única falla detrás de este “descuidado”?

No. Insisto en que son muchas las causas. Uruguay tiene un problema grave en la formación permanente de los cuidadores. El Sistema de Cuidados está en falta en ese sentido. Se supone que la normativa exige que haya una formación continua que no se da. El Sistema de Cuidados no está haciendo lo que tiene que hacer. Mucho menos lo está haciendo para aquellos que no pueden pagar un residencial. Los establecimientos públicos se cuentan con los dedos de una mano. Y no está previsto qué hacer con quienes no pueden pagar. En definitiva: al Sistema le faltan recursos, le falta un pienso y le falta trabajar con la comunidad.
 

¿A qué se refiere con trabajar con la comunidad?

En distintos estudios que hicimos en Facultad de Psicología constatamos que las personas casi no proyectan los cuidados que quieren para cuando sean más dependientes. Es como que el cuidado de la vejez irrumpe sin darse cuenta… de la noche a la mañana. Y cuando irrumpe casi de sorpresa, solo se ven dos caminos: que lo cuide la familia o la institucionalización en un residencial. No se piensa en las mil y una opciones que hay en el medio.
 

¿Qué opciones?

Ahí es donde entra en tema de la comunidad. Se podría pensar en proyectos autogestionados. En redes de cuidados que involucren más allá de la familia. Se podría pensar en lugares para pasar el día, hacer actividades y no necesariamente dormir. Pero más que decir cómo deberían ser esos espacios, lo importante es que Uruguay casi no se ha juntado a darles voz a los viejos y que sean escuchados en qué quieren para sus vidas.
 

En las visitas que ustedes hacen a las instituciones, ¿qué les dicen los viejos?

La institucionalización, tal cual existe hoy, anula mucho la posibilidad de decir. Por un lado, los propios viejos cargan con los prejuicios: ya no sirvo, soy una carga, es mejor que me quede callado. Por otro, las asociaciones de residenciales resisten mucho darles participación a los usuarios.
 

¿Por dinero?

Porque les cuesta dinero seguir las recomendaciones. También está aquello de que las víctimas no se reconocen como víctimas. No saben cuáles son sus derechos. Tener más años no te priva del derecho a que tu voz sea escuchada.
 

Cuando empezó la pandemia de covid-19, el exministro Pablo Bartol dijo que habían adultos mayores viviendo en condiciones infrahumanas. Este lunes, en cambio, el comunicado de Salud Pública da a entender que se regularizaron los establecimientos y está todo bárbaro. ¿Está todo bárbaro?

No puedo asegurar que haya lugares con condiciones infrahumanas, sobre todo en el llamado Uruguay profundo. Hay lugares a los que el Estado llega poco. Y lo otro que sí observamos con frecuencia, y eso sí puedo dar cuenta porque lo he visto en cientos de visitas, es el exceso de cuidados como un problema.
 

¿Qué significa exceso de cuidados?

En el afán (o bajo el discurso) de cuidarte, no te dejo hacer nada. No salgas porque es peligroso. No te muevas porque te podés caer. En pro del cuidado, se terminan coartando derechos. En la pandemia lo hemos visto. Los residenciales estuvieron aislados. Nadie les preguntó a los usuarios qué querían hacer ellos. Tal vez alguien prefería correr el riesgo de enfermarse, pero darle un abrazo a su familia. O salir a dar una vuelta.
 

¿Por eso ustedes, los técnicos, insisten en que en Uruguay funciona una lógica de encierro?

Correcto. El establecimiento tiene que ser abierto a la comunidad. No lo digo yo, ni el resto de técnicos, sino que lo dice el decreto reglamentario. El adulto tiene el derecho a salir al almacén de la esquina. Ir a jugar, a recrearse. Y también la gente tiene derecho a entrar al establecimiento. Está claro que se arrienda por un servicio que es de privados, pero el cuidado no significa el aislamiento. Pareciera que la persona estuviera presa.
 

Uruguay es un país cada vez más envejecido. ¿Cómo trata a sus viejos?

Estamos mejor que hace diez años, porque, al menos, empezamos a hablar de cuidados y estas cosas. Pero sigue primando una mirada negativa sobre la vejez. La vejez es vista como descarte, como algo en que no se goza. Sin futuro.
 

¿Por eso los políticos hablan de la inversión en infancia y no en vejez?

Siempre se privilegió, al menos desde lo discursivo, la infancia sobre la vejez porque lo viejos no se plantean como un futuro. En realidad estamos hablando de adultos que superan los 60 años y a quienes, por esperanza de vida, les quedan por delante más de 20 años. Hay un doble problema en esta comparativa con la infancia: la falta de empatía por los derechos de los más adultos, pero también hablar como contrapeso… una cosa no debe anular la otra.
 

Hablando de infancia, ¿hay un exceso de infantilización de la vejez?

Sí. Y eso, desde lo psicológico, es un maltrato. Lo tenemos bien estudiado: si siempre me hablan con diminutivo, si siempre me tratan como un niño, si siempre soy el viejito… al final pasamos a depender más que hacernos valer. Incluso se ve en los cumpleaños. En la mayoría de residenciales festejan cumpleaños con gorritos, globos y velitas como si fuera un cumpleaños infantil. Nadie les pregunta si quieren celebrarlo así o de otra manera. Por lo general se piensa el maltrato como un tema físico, de golpes. Hemos constatado problemas de este tipo en inspecciones. Pero lo que más vemos, y en esto no se salvan siquiera los residenciales más caros y con trabajadores más formados, es el maltrato psicológico en que te tratan como un niño y te sobreprotegen. No te escuchan. Por suerte, poco a poco, hay viejos que se hacen valer. Y, por suerte, poco a poco hay dueños de residenciales que se dieron cuenta que les conviene denunciar a sus propios empleados cuando incumplen.
 

Insiste en darles voz a los viejos, ¿a qué refiere?

Hemos visitado a algunos residenciales en Bella Unión, en Artigas, que eran un desastre. Tal vez ahora cambiaron. Había humedades, una mala hotelería. Entonces, uno se pregunta si conviene desterrar a esa gente y traerla a Montevideo. Pero nadie se pregunta qué quieren los viejitos. Tal vez prefieren mejorar algo de sus condiciones, pero quedarse en sus pagos. O seguir trabajando una quinta de la que se alimentan. O que los dejen salir más. O…
 

¿Parte de la responsabilidad no es de las familias?

¿Por qué? Discrepo con que sea una obligación tener que hacerse cargo del cuidado. El Estado es el garante. Existe un estigma de que si mi padre me cuidó de chico, ahora yo debo cuidar de él. Y eso no necesariamente tiene por qué ser así. Una red de cuidados debe involucrar a la familia, pero no quedar sujeta solo a la familia. Por eso en el comunicado que elaboramos a raíz del caso de Treinta y Tres decimos: “Es hora de que el Sistema de Cuidados comience a protegernos de manera efectiva". Lo que debe terminarse es la lógica de la custodia y el encierro como estrategia casi única de cuidados. El Estado debe garantizar los derechos de las personas mayores, para lo que debe destinar más recursos para el cuidado y debe incorporar a los usuarios, familias y comunidades en la gestión y el control social del cuidado.

 

 

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