Florencia ha pegado más de un portazo en la nariz de su madre. A Florencia le gusta que siempre haya una sesión de cosquillas antes de dormir. Florencia administra una página de Facebook de fans de Big Time Rush. ¿Qué es? Una boy band estadounidense. En una reunión, Florencia pide para sentarse en la falda de alguno de sus padres. Cada vez que la nombran en las redes sociales, a Florencia le suena una alarma en el celular. Aunque ya no duerme con ellos, Florencia todavía no quiere regalar los peluches que tiene en su habitación. A Florencia no le gusta lavarse los dientes. Ni que le ordenen el placar. Ni que le controlen su agenda y sus horarios. "Ta, pará, soy grande, ya fue", es una de las frases más habituales de su discurso con aires de confrontación y deseos de autonomía.
Florencia tiene 12 años y es el prototipo del preadolescente: actitudes de niña y aspiraciones de teenager. Algo así como si la adolescencia comenzara antes, incluso antes de que aparezcan signos visibles de la pubertad, esa puerta hacia la maduración sexual. ¿Es un fenómeno reciente? Sí. ¿Es un producto de estos tiempos? También. Si la adolescencia empezó a ser estudiada como tal recién a fines del siglo XIX, la preadolescencia es contemporánea de conceptos como "sociedad de consumo" y "nativos digitales". En el mundo anglosajón ya tiene un nuevo término que la define, tween, una contracción de la preposición between, que significa entre. En este caso, entre la niñez y la adolescencia. "Son chicos entre 9 y 12 años, demasiado maduros para divertirse del mismo modo que los niños pequeños pero muy inmaduros para llevar la vida de un adolescente", explica Juan Fernández Romar, profesor agregado del Instituto de Psicología Social de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República.
La Organización Mundial de la Salud considera a la adolescencia como el período comprendido entre los 10 y los 19 años, pero reconoce una primera subetapa a la que llama "adolescencia temprana" o "preadolescencia", que abarca el ciclo de los 9 a los 13 años. Otras escuelas la circunscriben entre los 10 y los 14.
Difícil de definir con precisión científica y difícil de acotar a un rango absoluto de edad, la preadolescencia está y existe. "Lo vemos en la clínica y lo vemos en el aula", asegura la psicóloga y psicopedagoga Galia Leibovici, especializada en niños y adolescentes. "Se ha ido imponiendo por la constatación de que algunos rasgos típicos de la adolescencia han comenzado a manifestarse antes de lo que ocurría en el pasado", dice el psicoterapeuta Luis Correa. A grandes rasgos, se estima que "todo" se adelanta por lo menos dos años.
Niñas que tienen un set de maquillaje que supera ampliamente al de sus madres. Varones que saben tanto de tecnología como sus padres. Niñas que eligen su ropa -preferentemente de marca- y la decoración de su cuarto. Varones que perdieron los signos de interrogación a la hora de "armar programa" con amigos. Niñas y varones que quieren tomar decisiones sobre el colegio, las vacaciones o las finanzas domésticas. "No está entendiendo que todavía no puede decidir", dice desesperada la mamá de Florencia. "Lo más difícil es cuando se para en esa posición de `somos iguales, ¿qué me decís?`". Las "estrategias" para no pelear funcionan sólo a veces. Es que Florencia también tiene sus tácticas. "No te dice `quiero algo` porque sabe que va al muere, dice `necesito` o `me gustaría mucho tener`". Al final del tire y afloje, algún ámbito de libertad total tiene que aparecer. ¿Cuál? El ropero. "Cuando lo abro me amargo. Es una porquería".
OTRA ÉPOCA.
Si los niños ya no son lo que eran, las etapas de la vida tampoco. Y eso se aplica tanto para la infancia como para la senectud. En todos los casos la biología oficia como una "llave" que abre el paso, pero no es el único factor que influye. "Ni siquiera varían solamente según circunstancias psicoafectivas personales, también inciden de manera decisiva la cultura, la sociedad y la sensibilidad de cada época. Y esta influencia es, en la sociedad de comunicación globalizada, mucho más fuerte que en otras épocas", explica Correa.
Junto a estos nuevos niños conviven padres que tampoco son los de antaño, así como nuevos modelos de familia y de procesos de socialización. "Por un lado se enfatiza más en la importancia del diálogo y la comunicación, y por el otro se incentivan procesos de autonomía que pueden, paradójicamente, generar mayor dependencia, por su prematurez. Además, parece que todo se ha de hacer rápido y de forma funcional y eficaz, lo que elimina un factor fundamental de la niñez: el aprendizaje progresivo por ensayo y error", opina Alejandro Klein, especialista uruguayo en investigación sobre adolescencia y familia, actualmente profesor investigador de la Universidad de Guanajuato (México).
Preadolescentes: Cada vez son más precoces
Los reclamos de los preadolescentes, todavía aniñados e impulsivos, suceden a diario. Los padres intentan tener la última palabra y poner límites. La situación genera tensión para ambos lados. "Es verdad que una familia excesivamente deliberativa, donde se diluyen las responsabilidades y se rompe la asimetría constitutiva, puede aumentar o favorecer la tendencia a `quemar etapas`, a que los chicos se sientan mayores de lo que objetivamente son", dice Correa.
No es extraño que los niños de hoy pregunten cuánto cuesta la cuota del colegio o quieran incidir en la decisión de sus padres de cambiar el auto. "Yo lo freno pila, porque si no lo freno, como que se le va la moto...", comenta una madre sobre las actitudes cuasi autoritarias de su hijo. "Ella pelea con inteligencia porque me ve horizontal, pero sé que yo tengo que pelear desde lo vertical", reflexiona otra mamá.
Los límites deben estar, coinciden los expertos, pero con cierta cuota de afecto y paciencia. "Es decir, que sostengan la confrontación con los hijos de manera constructiva, estableciendo etapas para la conquista de grados crecientes y razonables de autonomía", sugiere Correa. El niño no siempre tiene derecho a opinar o decidir, pero sí a conocer "la explicación más clara y veraz" sobre las decisiones que tomen sus padres y que le atañen.
También hay realidades que se mantienen. Las mujeres siguen madurando -biológica y emocionalmente- antes que los varones. Las niñas de 10 quieren vestirse como su prima de 15, pintarse las uñas de rojo como su mamá y pasarse la planchita para los cumpleaños. Cuando algo no le gusta, tiene un aliado fiel: su diario íntimo. La hija de Soledad duerme con la misma "almohadita" desde que nació, pero sus contestaciones dejan a su madre muda. Tiene 9 años y es la del medio. "Tendría que ser abogada, no sabés las cosas que me contesta. No le alcanza con que le diga `no porque no tenés edad` o `no porque yo lo digo`. Tiene argumentos para confrontar y siempre me exige una justificación". Ya le pidió para tener celular, abrir una cuenta en Facebook y salir sola a tomar un helado con amigas. Las respuestas fueron siempre las mismas: un no rotundo.
La psicóloga María Julia Perea, quien trabaja con niños desde 10 años en la zona oeste de Montevideo, observa una "gran ambivalencia" en los niños con respecto a sus deseos simultáneos de libertad y dependencia paterna. "Pasan del sentimiento de `no los soporto, me sobreprotegen` a un `no me cuidan como antes, ya no me quieren`".
Está claro que la etapa de idealización de los padres está llegando a su fin. No aprueban su peinado ni su forma de vestir, mucho menos sus respuestas. En su lugar aparecen los grupos de pares, que pasan a ocupar todos los lugares de preferencia. Según Perea, en Uruguay las figuras referentes más frecuentes entre los varones son "destacados jugadores de fútbol", mientras que en las niñas conviven actrices, cantantes, modelos o profesionales representadas por personajes protagónicos de alguna serie televisiva del momento. "Recuerdo el asombro que nos provocó la respuesta repetida de querer ser médico forense a la pregunta de: `¿Qué quieres ser cuando seas adulto/a?`". Sin duda, CSI marcó a una generación.
CONSUMO TECNO.
Los tweens son la primera generación que nació con Internet y teléfonos móviles dentro de su casa. "Son los preadolescentes más consumistas en la historia de la humanidad", arriesga Fernández Romar. Notebooks, iPads, Mp3, celulares, consolas de videojuegos, GPS y los más diversos electrodomésticos forman parte de su vida cotidiana. Más que de los padres y la escuela, su "formación" proviene de Internet, la radio y la tevé. Según Fernández Romar, esa gran cercanía a la tecnología "hace que tengan una fuerte relación con los medios masivos de comunicación, los cuales apuntan sus baterías de marketing a ellos como un nuevo mercado tentador y accesible".
Por y para ellos hay de todo: moda, cosméticos, películas, series, música... (ver recuadros). Se estima que este segmento mueve US$ 170.000 millones en el mundo. Y aunque no generan sus propios ingresos, saben acceder a las billeteras más gordas. "Las empresas descubrieron que los padres contemporáneos les dan autonomía de consumo a partir de esas edades y que por lo tanto los niños tienen voluntad de elección y compra", agrega Fernández Romar.
La infancia está cada vez más lejos del concepto de inocencia y cada vez más cerca de una búsqueda de identidad ligada al consumo: se es lo que se tiene. "En algunos casos el acopio de estos bienes sustituye, por ejemplo, otras carencias, como puede ser la satisfacción de la necesidad de afecto", opina Perea.
En ese escenario también juegan un rol preponderante la seducción y el poder. Correa, por su parte, ejemplifica: "Si un niño de 9 o 10 años se pone a mirar Intrusos al volver de la escuela mientras sus padres trabajan, es probable que su visión sobre lo que hace valiosas a las personas, lo que las hace merecedoras de ser famosas y de que se hable extensamente de ellas, se ligue a la capacidad para despojar la vida privada de intimidad, al sexo de afecto, a los vínculos de durabilidad y a la ética de significado".
Hace ya ocho años, cuando los preadolescentes de hoy estaban, literalmente, en pañales, el dramaturgo y periodista argentino Mario Diament, escribió la siguiente reflexión en La Nación: "Determinar si los niños han crecido prematuramente como resultado del bombardeo publicitario o si el mercado existe porque los chicos crecen prematuramente puede parecerse a la paradoja del huevo o la gallina. Pero ante el perverso refinamiento de las técnicas de comercialización y una generación de padres demasiado complacientes o demasiado desconcertados, no es extraño que la frontera generacional se desdibuje y el sexo para grandes y chicos se ofrezca, como un producto más, en las góndolas del supermercado".
Pero no todo es negativo. La exposición multimedia también puede resultar estimulante. "Los chicos hoy tienen una capacidad de abstracción que está mucho más desarrollada en las edades tempranas de lo que estaba antes", señala la psicopedagoga Leibovici. Internet, la computadora, los videojuegos y los programas de TV funcionan como una gimnasia para su cerebro.
Hay una nueva realidad, ni mejor ni peor que la anterior. "Se trata de aceptar que existen nuevas dimensiones de lo paterno, lo materno y lo filial", sostiene Klein. Y deja planteada la duda: "Hacia dónde se dirigen estos nuevos vínculos es difícil de predecir, pero sin duda habrá más cambios en usos, roles y costumbres".
LOS CAMBIOS
DE HUMOR, LA ACTITUD DE OPOSICIÓN Y LA PREFERENCIA POR LOS GUSTOS DE LOS PARES SON LOS RASGOS MÁS COMUNES
Los tweens buscan una identidad a través del consumo
Willa Doss no había cumplido los 9 años cuando una pregunta azotó su cabecita: "¿Por qué no hay cremas de belleza para chicas como yo?". Existían productos para bebés y tratamientos para adultos, pero nada para las etapas intermedias. Le pidió ayuda a su madre y juntas crearon Willa Skincare, una marca de cosméticos para preadolescentes que es un éxito en Estados Unidos. Esto sucedió hace ya más de tres años y la firma hoy vende sus 17 productos en cadenas como Target y J. Crew.
En el mundo de la moda el mercado preadolescente despertó incluso antes, hace ya casi una década. A comienzo de los años 2000 Polo Ralph Lauren lanzó su primera colección para prepúberes que incluía sombreros, botas y joyas. Burberry, famoso fabricante de impermeables y paraguas, tiene su colección de productos en miniatura, y la joyería Tiffany`s hace tiempo amplió su colección con una línea infantil.
Los tweens "buscan en los modelos propuestos por la moda una identidad social que los ayude a autoafirmarse y a distinguirse tanto del mundo de los niños como el de los adultos", sostiene el psicólogo social Juan Fernández Romar.
BOY BANDS: LA VIGENCIA Y LOS MILLONES
El fenómeno no es una novedad. Pasó a fines de los años 80, a mediados de los `90 y ahora se volvió aún más masivo de la mano de la televisión por cable, Facebook, YouTube y Twitter. Son las llamadas boy bands, o sea, bandas integradas por muchachitos carilindos y apenas adolescentes que hacen estallar las hormonas del público prepúber, los rankings de ventas de discos y los estadios.
Corrió mucha música desde el furor de los New Kids on the Block, Backstreet Boys o Take That (donde surgió Robbie Williams) y hoy los preadolescentes vibran al ritmo de los norteamericanos Big Time Rush o los británicos One Direction. Los primeros nacieron en la pantalla de Nickelodeon y el argumento de la serie en la que cuatro chicos de Minnesota se mudan a Los Ángeles para volverse estrellas de pop se volvió realidad. Sus discos llevan vendidas seis millones de copias. One Direction, que surgió del reality show The X Factor, tiene casi siete millones de seguidores en Twitter y una popularidad que le valió comparaciones con The Beatles y tocar en el cierre de los Juegos Olímpicos de Londres.
TENDENCIA: EL SHOW NACE EN LA TEVÉ
Cada vez más, los preadolescentes marcan tendencias y producen éxitos que empiezan en la pantalla chica para luego dispararse a otras plataformas: teatro, cine, música, Internet y miles de objetos de merchandising. El líder indiscutido de esta industria que factura millones es Estados Unidos. Disney Channel y Nickelodeon son máquinas de producir fenómenos adolescentes como High School Musical, Hannah Montana y los Jonas Brothers. En el sur, Argentina supo replicar los modelos y desde los 80 crea tiras juveniles que se expanden a otras áreas: desde Clave de Sol hasta Casi Ángeles.
En Uruguay, en 2011 el canal 10 coprodujo (junto con Powwow) y emitió Dance!, una serie para adolescentes (no tanto para los pre) que cuenta la historia de una familia cuya vida gira en torno a su escuela de danza. La serie tuvo buena respuesta del público y en noviembre sus protagonistas actuaron en el Teatro de Verano, donde sus hits fueron coreados por decenas de niñas de sólo 7 años.
Dirigida para niños entre 8 y 12 años, la ficción educativa Laboratorio en Casa (creada por Fábrica de Formatos y producida por Oz media) recurrió al asesoramiento de la psicopedagoga Galia Leibovici para llegar a este público de "una manera sana". Leibovici manejó tres grandes conceptos: el momento evolutivo del niño, su funcionamiento cognitivo y sus modos vinculares. "Muchas series televisivas brindan un formato para relacionarse que no es saludable, pero que engancha a los chicos. Cuidamos mucho los modelos identificatorios, como la relación entre hermanos y con los padres", explicó. Laboratorio... tiene fanpage en Facebook y también su propio juego de caja.
La escritora y periodista Cecilia Curbelo logró otro fenómeno preadolescente, pero desde la literatura. Sus libros -La decisión de Camila, Las dos caras de Sofía y Este libro es mío- vendieron en total 30 mil ejemplares y conquistaron un público que va de los 8 a los 14 años. "Con los más grandes ya no funciona", reconoce la autora. ¿El secreto de su éxito? Tratar los temas que les preocupan a estos niños, como las familias ensambladas y la traición en la amistad. Su próxima novela (que comienza con una acusación entre amigas vía Twitter) saldrá a la venta en abril, mientras se forma una banda pop de chicas que interpretará canciones y coreografías basadas e inspiradas en las historias de sus libros.