Empiezan las clases y las reuniones con los maestros. Las primeras semanas serán clave para demostrar qué tanto aprenden los niños y si tienen alguna dificultad. De ser así, les tocará el turno a las consultas: psicólogo, psicomotricista, psiquiatra. Y si los especialistas lo creen pertinente, también puede llegar a haber lugar para medicación.
El metilfenidato, conocido como Ritalina en Uruguay por su nombre comercial, es uno de los fármacos que se utilizan para tratar el trastorno de déficit atencional, uno de los dos principales diagnósticos —junto con la dislexia— vinculados al fracaso escolar. Este medicamento es catalogado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con potencial de abuso, por lo que es necesaria una indicación médica para su prescripción.
Uruguay no cuenta con cifras específicas que echen luz sobre cuántos niños consumen Ritalina. Una estimación de la Facultad de Medicina supone que el 7,6% de los escolares toman este medicamento para mejorar su rendimiento escolar. La falta de estadísticas llevó a que la Organización de Naciones Unidas (ONU) le llamara la atención al Estado uruguayo en dos ocasiones, tanto en 2010 como en 2015.
Lo que sí es un hecho es que la prescripción va en aumento. El estudio Caracterización del consumo de metilfenidato en Uruguay, elaborado por el Ministerio de Salud Pública en 2016, reveló que en los últimos años hubo un incremento en el consumo. Mientras que en el primer semestre de 2014 se vendieron poco más de 40.000 dosis, en el segundo semestre de 2016 la cifra trepó a más de 120.000. En otras palabras, la venta de Ritalina se triplicó en dos años en Uruguay.
La Dra. Alicia Muñiz, profesora titular del programa Problemáticas Clínicas en la Infancia y Adolescencia de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, dijo a Así nos va que actualmente en consulta se encuentran “muy pocos niños puramente medicados con la famosa Ritalina” sino que la medicación que utilizan “es mucho más fuerte, del tipo de antipsicóticos”.
Muñiz indicó que las expectativas que tienen los maestros y los padres de que los niños aprendan determinadas cosas a cierta altura del año a veces no se cumple, y destacó la importancia de pensar en el aprendizaje como un proceso que puede ser diferente en cada niño. “Cuando las expectativas no se cumplen se empieza a hablar de fracaso, que es una palabra demasiado fuerte para un niño que empieza a aprender estas herramientas. Entonces el niño muchas veces llega [a la consulta psicológica] con una etiqueta de fracasos, de faltas o de trastornos”, señaló la licenciada.
“Estamos viendo que rápidamente se patologizan, se llevan al lugar de la enfermedad, conductas que son reactivas en niños a circunstancias de la familia”, dijo Muñiz y señaló que los niños llegan al consultorio con la idea de que tienen una enfermedad o un problema, mientras podría tratarse de una situación circunstancial. “¿Por qué no pensamos antes en cuáles son las situaciones que provocan que el niño no pueda aprender tal y como se espera?”, se preguntó la profesional y advirtió: “Estamos generando un problema sanitario importante cuando la única terapéutica es la química”.
Escuche la entrevista completa: