Guillermo Garat, durante la presentación de Marihuana y otras yerbas, el viernes en café la diaria. Foto: Pablo Nogueira
Rastrear las raíces
Asesora de MSP pidió dejar concepto “higienista” respecto de drogas y adoptar posición “negociadora con el usuario” desde perspectiva de reducción de daños.
Las puertas de café la diaria abrieron el viernes 21 (previo a la reinauguración oficial, prevista para el viernes 28) para la presentación del libro Marihuana y otras yerbas: prohibición, regulación y uso de drogas en Uruguay, del periodista Guillermo Garat. Ante asistentes del ámbito académico, periodistas, actores políticos y sociales (como el secretario general de la Junta Nacional de Drogas, Julio Calzada, integrantes de la Coordinadora Nacional por la Legalización de la Marihuana) y público general disertaron tres profesionales que abordaron la problemática de las drogas desde distintos ámbitos disciplinarios.
La doctora en medicina y psicoterapeuta Raquel Peyraube abrió con una intervención centrada en la ética y las prácticas médicas que tienen por objeto al consumidor. Días atrás, Peyraube se reunió -en calidad de asesora del subsecretario del Ministerio de Salud Pública (MSP), Leonel Briozzo- con la Comisión Especial de Adicciones de la Cámara de Diputados, que estudia el proyecto de ley del Poder Ejecutivo que propone que el Estado se haga cargo de la producción y distribución de marihuana. En ese ámbito Peyraube admitió haber usado marihuana en tratamientos de rehabilitación con adictos a la pasta base, siempre “en ámbitos privados” y para atenuar los efectos del síndrome de abstinencia, según aclaró el lunes 17 en el programa Suena tremendo de radio El Espectador; detalló que las ventajas del uso del cannabis tienen que ver con que causa menos miedo y efectos secundarios que los otros psicofármacos y genera menos suspicacia que éstos, ya que para el paciente, que generalmente no tiene confianza en el sistema de salud, “es más soportable usar una sustancia que él gestiona y sabe hasta dónde va a ir sin tener un mal viaje”. Según una nota de El Observador del mismo día, Briozzo dijo a la comisión que el gobierno está estudiando la posibilidad de reglamentar ese procedimiento desde el MSP en caso de que el proyecto sea aprobado.
En la presentación opinó que es necesario “separar aquellos que incurren en prácticas ilegales para la adquisición de la droga de aquellos que también consumen pero sus conductas se centran en el delito”, y apostar desde la medicina por una “posición amigable y negociadora con el usuario, desde la perspectiva de la reducción de daños”. Consideró que el paradigma actual se enmarca en un “idealismo moral bien distinto del idealismo humanitario” y en un concepto “higienista” de salud pública que comete el error de “extrapolar las epidemias y las enfermedades infectocontagiosas” al consumo de drogas, una cuestión “más compleja, porque incluye dimensiones como el placer, cuestiones de contexto y culturales, aspectos geopolíticos y económicos, las relaciones interpersonales, las pertenencias”. Cerró hablando por todos los médicos: “Tenemos para ofrecer mucho más que esto que hoy damos”.
El psicólogo social, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar) e investigador Juan Enrique Fernández Romar abordó el tema desde su disciplina pero también desde lo vivencial: “Los que de algún modo despertamos a la vida social adulta en la segunda mitad de los años 80, que participamos en el movimiento de las revistas subte, del rock nacional, La Chancha Francisca, Los Estómagos, adoptamos la postura reivindicativa”. “Guillermo [Garat] está preanunciando una nueva generación” capaz de “un análisis más frío, más decantado, de las positividades inherentes a la función de utilidad de las sustancias psicoactivas, ya no de los aspectos contestatarios”, agregó.
Consideró que el libro ofrece una “retematización” del problema de los “vehículos de la embriaguez”: “Es un tema que no se puede zanjar de una vez para siempre: eso hay que tenerlo claro. Se van haciendo ajustes periódicos. Hay que abandonar esa idea de pensar en una cierta meseta donde la historia se disuelve”, reflexionó, y valoró que Marihuana y otras yerbas... documente y retrate la juventud uruguaya de finales de los años 80 desde ámbitos como las brigadas Tristán Tzara (de afiliación surrealista y con el escritor Julio Inverso a la cabeza) y Luca Prodan (vinculada al liceo 10 de Montevideo) y la Coordinadora Anti Razzias, de la que había algunos miembros presentes. Opinó que hay otras sustancias que también merecen ser historizadas y que es importante convertir estos fenómenos en “analizadores” que permiten estudiar facetas de nuestra sociedad que de otra forma no saldrían a la superficie.
Sebastián Aguiar, docente y magíster en Sociología por la Udelar y especialista en sociología urbana y cultura, coincidió con Fernández en que los uruguayos “no hemos sabido narrar el rol de la juventud a la salida de la dictadura” ni el trabajo de las organizaciones a favor de la legalización de la marihuana de finales de los 90. Citó al historiador francés Michel de Certau, que diferencia entre las “estrategias” del poder y las “tácticas” de la población que “hace lo que puede”, y valoró la importancia política de las últimas. Citó también a otro Michel francés, Foucault, y opinó que el libro trabaja en la línea de genealogía foucaultiana de la problemática, que permite “encontrar la raigambre histórica de eso que se nos aparece como natural y sorprendente”.
Hojas y hojillas
Marihuana y otras yerbas... sigue la historia del cannabis y su relación con el poder en Uruguay desde el siglo XVIII, cuando el cáñamo ingresó a América Latina como materia prima para elaborar cuerdas e hilo, hasta junio de 2012, cuando el ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro, anunció el interés por parte del gobierno de monopolizar el comercio de la sustancia. El suministro de cocaína y opiáceos por parte de los médicos a finales del siglo XIX; las políticas higienistas y los ecos de la Ley Seca estadounidense que se tradujeron en el prohibicionismo de principios del siglo pasado; las primeras crónicas de prensa que vinculan delitos violentos al consumo de sustancias psicoactivas en los años 20; la ambición disciplinadora de la dictadura de Terra a partir del 33; el problema actual del narcotráfico; las manifestaciones del entonces presidente Jorge Batlle a favor de la legalización del comercio de drogas (y su inacción respecto del tema en el ámbito gubernamental); la llegada de la pasta base al país: varios son los hechos que sirven de ejes para los capítulos más “informativos” del libro, que se complementan con otros más cercanos a la narrativa en los que Garat cuenta historias concretas de personas que viven de traer marihuana a través de las fronteras, que pretenden “humanizar” uno de los temas más presentes en la siempre fría agenda.