La propuesta del CICEA aborda temas como la memoria y el aprendizaje, la adquisición del lenguaje, la escritura y la matemática, entre otros.
Este será el segundo curso dirigido a docentes que propone el Centro Interdisciplinario en Cognición para la Enseñanza y el Aprendizaje (CICEA), de la Universidad de la República, un centro en el que confluyen profesionales de distintas disciplinas que investigan sobre los aportes que las ciencias cognitivas pueden hacer al campo educativo. El curso está dirigido a docentes de todos los niveles: inicial, primaria y secundaria, e incluso del Consejo de Formación en Educación (CFE). Tiene muy buena convocatoria: si bien las inscripciones se reciben hasta el sábado, los registrados ya superan el cupo de 80 personas, ya que en pocos días se inscribieron más de 100 personas, comentó Juan Carlos Valle Lisboa, uno de los docentes responsables.
“Desde hace un tiempo estamos con preocupaciones educativas, en particular porque hay como un boom de la neurociencia, de distintos cursos que muchas veces no aportan”, explicó Valle Lisboa, que añadió que este curso de educación permanente buscará transmitir “algunos fundamentos de cosas importantes: cómo se aprende, la adquisición del lenguaje, de la escritura, de la matemática; está principalmente enfocado en el aprendizaje”. Pensado para docentes, las clases son de cuatro horas durante seis sábados, y además de una parte expositiva sobre contenidos, cada clase incluirá un trabajo en pequeños grupos sobre artículos científicos, algunos clásicos y otros recientes, de forma de discutir sobre “cuándo se puede aceptar como válido cierto tipo de evidencia. Ahí el docente tendrá elementos para leer con ojo crítico y distinguir la literatura especializada de la propaganda”.
Sin quimeras
La primera parte del curso apunta a identificar una serie de neuromitos que se han divulgado en las últimas décadas, “ideas simplificadas de cómo se supone que funciona el cerebro, que a veces se difunden como si fueran verdades y, debido a su carácter simplificado, terminan siendo una especie de verdad a medias”, explica Valle Lisboa, que es doctor en Ciencias Biológicas y se especializa en procesamiento del lenguaje.
El problema de la propagación de los neuromitos es particularmente preocupante en el campo educativo: “Hay una serie de estudios que muestran que una exposición a estos temas a los docentes fomenta la propagación de neuromitos. Un docente que no piensa en neurociencia hace su trabajo con las herramientas que tiene y va bien, pero cuando es expuesto a estas cuestiones se terminan propagando ideas que son míticas, muchas de las cuales salen de la propia ciencia, pero son ideas que se van abandonando o que son muy simplificadas”.
Un neuromito clásico es aquel que dice que sólo usamos 10% de nuestro cerebro. “No se sabe muy bien de dónde salió, quizá de la imagenología, pero el hecho es que el cerebro funciona como red, y distintas zonas de este están activas en distintos momentos; no es verdad que usemos el 10% ni que tengamos que usar el 100%”, aclara el investigador. Los neuromitos, apunta Valle Lisboa, surgen de la ciencia: “En momentos de popularización incluso los propios científicos generan traducciones imperfectas, y eso lo toma gente menos escrupulosa”.
Otro mito es la idea de que las personas tienen distintos modos, o preferencias, de aprender, lo que se conoce como estilos cognitivos o de aprendizaje. “No hay evidencia de que si yo enseño de determinada manera el otro puede aprender mejor, pero eso se les da a los docentes como diciendo que a uno hay que enseñarle de manera más visual, a otro de manera auditiva, y no hay evidencia de que eso funcione”, señala. Si bien para Valle Lisboa la mayoría de estos mitos son inofensivos, advierte que “a veces pueden ser complicados: si los docentes abandonan sus herramientas para irse tras la quimera de la neurociencia educativa, es un desastre”.
Mejor recordar
Otros contenidos del curso apuntan a estudiar la percepción y la atención, el lenguaje y la comunicación, el sentido numérico y las matemáticas, la emoción y la motivación, las funciones ejecutivas y la autorregulación, la memoria y el aprendizaje.
En tiempos de internet, de Google y de smartphones, la memoria tiene mala prensa cuando se habla de educación, pero Valle Lisboa corta en seco al aclarar que “no hay aprendizaje sin memoria”. “Quizá tiene mala prensa porque hay una visión antigua de la memoria, que no existe más en la ciencia, y es la idea de que la memoria es una especie de casillero. La memoria funciona de manera activa”. Para explicar su importancia, advierte que los dispositivos de inteligencia artificial intentan imitar de qué manera el cerebro guarda en su memoria: “Lo hacen porque la memoria, cuando registra, está clasificando, registra prototipos de cosas, categorías, lo que lleva a la noción de concepto”. Además, el investigador destaca que conocer cómo funciona la memoria ayuda a enseñar estrategias didácticas: “Si yo estudio una cosa, la entiendo. ¿Qué tengo que hacer para poder usarla mejor? Se sabe muy bien que hacer el ejercicio de recordarla es mejor que releer, porque esa reactivación de la memoria consolida el camino de acceso”, ejemplifica.
El investigador asegura que por parte de los docentes hay “hambre” por este tipo de cursos, y que la asistencia en 2018, durante la primera edición del curso, fue total. “Sería muy interesante poder crear una opcional en el CFE para quienes quieran cursarlo”, sugirió.