Doctora en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires, Argentina), Psicóloga (Universidad de la República del Uruguay). Especializada en género, sexualidad y salud reproductiva con estudios en Argentina, Chile y Colombia. Investigadora activa del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel II.
Profesora Titular Grado 5 en reǵimen de Dedicación Total. Fundadora y coordinadora del Programa en Género, Salud Reproductiva y Sexualidades (derechosgeneroysalud.psico.edu.uy) del Instituto de Psicología de la Salud. Actualmente es directora del Instituto de Psicología de la Salud (2020-2022) y lo fue en el período 2010-2014. Entre 2015 - 2021 fue co-coordinadora del Núcleo Interdisciplinario en Adolescencia, Salud y Derechos Sexuales y Reproductivos del Espacio Interdisciplinario de la Universidad de la República. Es directora de tesis de grado, maestría y doctorado en sus líneas de desarrollo.
Forma parte de consejos directivos y asesores de organizaciones y proyectos a nivel internacional así como comités de evaluación de proyectos y becas de investigación en ANII y CSIC-UdelaR a nivel nacional. Cuenta con numerosas publicaciones en sus áreas de interés.
AREAS DE INTERES: Estudios de gènero en Psicologìa y Salud. Toma de decisiones y comportamientos sexuales en adolescentes: factores emocionales, cognitivos y sociales. Decisiones reproductivas frente a embarazo no intencional y aborto. Género, violencias sexuales y salud mental. Evaluación de intervenciones públicas basadas en evidencias.
Línea de investigación / Grupo de investigación: Salud, comportamientos sexuales y toma de decisiones en adolescentes (prevención de embarazo, aborto, embarazo en menores de 15 años). Género, sexualidad y decisiones reproductivas. Violencia de género y violencia sexual
Adolescencia y Educación sexual integral. Acceso a salud y derechos sexuales y derechos reproductivos. Embarazo en adolescentes. Aborto
Instituto de Psicología de la Salud
Dirección: Tristán Narvaja 1674 (EDIFICIO CENTRAL)
Ubicación: NIVEL 1
Teléfono: (598) 2400 8555
Interno: 320
Historias de mujeres que decidieron abrazar la maternidad luego de cumplir 40 años. Una tendencia que viene creciendo, tanto en Uruguay como internacionalmente.
Lo que me pasó a mí creo que es lo que le está pasando a mucha gente", dice Paola Giampedraglia, con Guillermina —su hija de casi seis meses— en brazos. "Uno siempre tiene objetivos personales a cumplir antes de ser madre y el tiempo pasa mucho más rápido que antes", comenta mientras la bebé reclama atención.
Haciendo algunas importantes salvedades, Giampedraglia, que tiene 43 años, tiene razón: el primer hijo o hija parece llegar cada vez más avanzada la vida, luego de cumplir ciertas etapas que se consideran prioritarias para la realización y la felicidad personal. Puede ser obtener un título académico, haber viajado mucho, alcanzar un puesto de jerarquía en el trabajo —y remuneración más elevada— o haber saciado las ganas de salir, socializar y divertirse.
En lo que va de 2018 hubo 955 nacimientos de mujeres entre 40 y 45 años en Uruguay, que representan 4,7% del total.
Rita Vernocchi, directora del Centro de Reproducción Humana del Interior (Cerhin) —una de las clínicas habilitadas por el Fondo Nacional de Recursos (FNR)— dice a Domingo que según los estudios que el propio Cerhin ha hecho, la edad promedio de madres primerizas que acuden allí pasó de 36 a 39 años. "Si lo veo desde el punto de vista social, lo entiendo porque hoy el promedio de vida de las mujeres ronda los 80 años. Entonces, una mujer a los 40 años está en la plenitud de su vida. Pero si lo veo desde el punto de vista biológico, que es mi especialidad, me apena que esto pase. Porque significa que más parejas tienen más problemas para lograr el embarazo".
Giampedraglia, por ejemplo, ya se había resignado a no ser madre. Cuando ella y su esposo Leonardo habían tomado la decisión de tener una hija, el embarazo no se concretaba. Llegó a hacer dos tratamientos a través de su sociedad médica. "El primero me costó 6.000 pesos, el segundo 15.000 y cuando también ese falló, no quise hacer el tercero, que me iba a costar 30.000 pesos. Y ahí justo quedé embarazada", cuenta.
A Luján Núñez no le costó nada de dinero, pero sí tiempo. Hace 17 años, nació su hijo Lucas, cuando ella tenía 43 años. Ella y su marido llevaban bastante buscándolo. "Empecé a preguntarme por qué, pero también sabía que cuando Dios quisiera, me lo iba a enviar. Y así fue", dice hoy. Su fe le permitió aguardar con esperanza la llegada de su hijo: "Nunca bajé los brazos, aunque en algún momento consideré la opción de adoptar. En algún momento iba a llegar, y fue un regalo de Dios".
Para Patricia Curbelo (44 años, madre de Facundo de casi tres años), la razón para la postergación era el temor: "Tenía ciertos miedos e inseguridades. Le tengo miedo a los médicos, fobia a las agujas y temor al dolor físico. Pero además, no me sentía preparada como para encarar lo que es una maternidad. Vivía para mí y era un tema que tenía pendiente, que sabía que tenía que afrontar. Me costó tomar la decisión".
A las expectativas propias se le suman, muchas veces, las del entorno. La presión social o familiar es uno de los factores que se hacen sentir entre aquellas mujeres que se acercan a los 40 y siguen sin dar a luz. Jazmín tiene 43 años y actualmente está embarazada de mellizos, luego de 15 años de búsqueda y tratamientos de baja y alta complejidad. En ese largo y a menudo sufrido camino —tuvo que interrumpir los tratamientos por dos operaciones y otros problemas de salud— cuenta que le afectaban tanto las presiones propias como las ajenas. "Sí, se siente. Nos casamos y en poco tiempo empezamos a sentir ¿Y? ¿Los nenes para cuándo?. Además, cuando empezás a ver a tu alrededor que todos tienen hijos y pasa el tiempo, una mismo se pregunta si te va a tocar ser mamá".
En esos intrincados vaivenes entre expectativas propias y ajenas se encuentran muchas mujeres, pero también hombres. Los avances respecto a derechos y sueños de realizaciones que vayan más allá de la maternidad ponen en cuestión lo que antes parecía de lo más natural del mundo. "Desde que la mujer adquirió mayores derechos sociales, laborales y profesionales, posterga el embarazo. Pero no es un tema solo de las mujeres. También los hombres ponen a la paternidad como una meta más dentro de todas sus metas vitales", dice la ginecóloga Nancy Murillo.
En ese compromiso que es formar una familia a partir de los 40 años, la actitud de los hombres es uno de los más importantes factores a tomar en cuenta a la hora de abandonar los métodos anticonceptivos. Varias de las mujeres consultadas para esta nota resaltaron la importancia de tener una pareja "alineada" con el nuevo horizonte. El hombre no solo sería una pareja y compañero, sino también una suerte de socio confiable en un emprendimiento vital. "Por cuestiones de la vida y de mi trabajo, no había encontrado una pareja con la cual comprometerme para encarar una maternidad", dice Luján
Paola, una de las cosas que sabía a ciencia cierta era que no quería ser madre soltera. De niña, tenía la imagen de que, como sus padres, estaría casada y con hijos a pocos años de cumplir los 20, en la reproducción de un modelo transmitido e idealizado. "Pero llegaron los 18, luego los 20, los 25, los 30 y como que no se me iba dando. No quería ser una madre soltera y quería tener mi vida más establecida. Quería tener una situación familiar consolidada una familia armada. No sé si con Leo vamos a estar toda la vida, pero el concepto era tener un padre al lado mío. Me llevó tiempo encontrar eso, y recién cuando lo encontré fue que empezamos a planificar y decidimos tener una hija".
Fantasías
Alejandra López es psicóloga y coordina el Programa de Género, Salud Reproductiva y Sexualidades de la Facultad de Psicología. Para ella, en las maternidades tardías entran a tallar fantasías tanto positivas como negativas. Está el anhelo de ser madre y abrazar la vida maternal y familiar. Pero también está en la subjetividad de muchas mujeres el temor a no poder ser madres por las dificultades que pueden aparecer en el camino, sea porque es más difícil quedar embarazada o porque pueden surgir complicaciones durante el embarazo: "Cuanto más se posterga esa concreción más se incrementa la fantasía de si será posible: ¿Podré traer hijos al mundo? A eso se suma algunas patologías biológicas, como la endometriosis", comenta López.
Con 50 años, López vio el cambio de actitudes respecto a la maternidad en su propia trayectoria académica: "Entré en la universidad en 1984 y en esa época, todas mis compañeras tenían en el horizonte próximo la posibilidad de tener hijos. Hoy cuando interactúo con estudiantes, es muy distinto. En uno de los cursos que di, tenía cerca de 200 estudiantes. Pregunté si alguno de ellos ya tenía hijos, y solo siete levantaron la mano".
Para López, algo que hay que estudiar es cómo impactan las diferencias intergeneracionales cuando la maternidad viene luego de los 40 años. La experta señala que cuando los hijos de madres comparativamente tardías lleguen a la adolescencia, ellas se van a estar acercando a los 60 años. No es lo mismo, señala tener 30 años con una hija de 13 años, que superar los 50 años con una hija o hijo que esté entrando en la pubertad. "Las distancias intergeneracionales son más amplias, y eso también va a exigir decodificar de otra manera y más en los tiempos de revolución tecnológicas como los que rigen ahora".
Además, está el tema nada menor de que la vida laboral es cada vez más exigente, más allá de edades. El mundo del trabajo —gracias a la revolución tecnológica— a menudo se entromete en la vida familiar aunque la jornada laboral haya concluido, a través de correos electrónicos y servicios de mensajería instantánea. Eso plantea una serie de desafíos para madres y padres que dejaron atrás sus años más resistentes a los esfuerzos físicos. Como dice Patricia Curbelo: "Si hubiese tenido a Facundo más joven, probablemente podría sentarme en el piso a jugar con él durante una hora o más, no 15 minutos como ahora". La maternidad exige un despliegue de energía física excepcional, que hay que compatibilizar con las responsabilidades profesionales y también con la vida social.
Pero la madurez, aunque resienta las capacidades del cuerpo, también puede otorgar perspectiva y, con ella, algo de serenidad y aceptación: "No me molesta ser mamá a los 40. Creo que disfruté cada etapa de mi vida y, bueno, ahora es el momento de ser mamá y disfrutar a mi hijo. Ya viví plenamente cada etapa de mi vida", comenta Patricia, mientras que Paola señala que, más allá de que a veces extraña las cosas que hacía antes de tener hijos, siente tener la madurez necesaria para ser madre: "Ese era uno de mis grandes miedos antes de tener a Guillermina. Lo pienso hoy y, mirando hacia atrás, creo que no estaba capacitada para ser madre a los 30 años. En cambio ahora tengo una pareja estable, una situación familiar consolidada y me siento más segura para poder asumir la condición de madre. Me puedo dedicar a Guillermina con una estabilidad mental y espiritual distinta, más completa".
Para muchas madres, además, el primer hijo llega tras procesos que pueden llevar años. Cuando llega el momento de dar a luz y todo sale bien, la sensación de liberación y felicidad puede ser inmensa. Así fue para Jazmín: "Sufrimos mucho, tanto emocional como físicamente. Lo intentamos durante años y no se nos daba. Hoy, que mi embarazo va por la semana 32, sentimos que valió la pena tanta lucha, y que tenemos la recompensa".
La condición de ser el único hijo
La maternidad luego de los 40 implica, las más de las veces, que será una familia de a tres: mamá, papá e hija o hijo. "Ya está. No voy a volver a tener otro hijo, dice Paola Giampedraglia. "Si pudiera retroceder diez años, tendría otro hijo además de Guillermina, pero con 43, no". Otras madres con más de 40 años consultadas para esta nota dijeron algo muy parecido a lo que expresa Paola.
Noemí (44 años) tuvo su primera hija cuando tenía 32 años, y a los cuatro años después de nacida, se divorció. Tras un unos años de soltería, volvió a estar en pareja cuando tenía 39, con un hombre que no tenía hijos y quería tenerlos. La pareja se rompió por esa razón: "Como mujer, una sacrifica mucho: horas de sueño, alteraciones en el cuerpo, vida social, metas profesionales o personales que se postergan. Cuando José, mi expareja, me planteó que quería ser padre, evalué lo que significaba volver a ser madre, y si bien lo quería y me hubiese gustado seguir en pareja con él, le dije que no. Y terminamos".
La fecundidad y la maternidad tardía en un país de poca gente
Un aspecto relacionado a la maternidad tardía es la tasa de fecundidad, un fenómeno al que se le presta particular atención —desde hace décadas— en un país de comparativamente pocos habitantes como Uruguay. Según comenta la coordinadora del Programa de Género, Salud Reproductiva y Sexualidades de la Facultad de Psicología, Alejandra López, la tasa de fecundidad ha descendido de 2,1 a 1,7 en los últimos años, y refiere al estudio Elementos demográficos para comprender el descenso de la fecundidad (2014-2017), de los investigadores Wanda Cabella, Mathias Nathan e Ignacio Pardo. Una de las conclusiones de ese estudio es que "Uruguay avanza hacia un régimen demográfico en el que las descendencias numerosas son un fenómeno infrecuente" . De manera paradójica, también concluyó que aunque la tasa de fecundidad ha mostrado un curva descendente en casi todos los rangos etarios "Las mujeres con educación terciaria, con un patrón de fecundidad tardía, fueron las únicas que no descendieron su fecundidad en el período" que se estudió.
SER O NO SER MADRE
Cuando hay que decidirAurora tiene 38 años, tiene un cargo importante en una empresa de comercio internacional y una situación económica relativamente estable y privilegiada. Viene pensando en ser madre desde hace unos años. Debería renunciar a algunas cosas que hace ahora, como viajar por ejemplo, pero está más que dispuesta a hacerlo. Hace poco, se hizo una serie de exámenes médicos para tener la certeza de poder llevar adelanto un embarazo, y todos le dieron resultados satisfactorios. También evaluó congelar óvulos, aunque por ahora no lo ha hecho, asustada por los costos, unos 4.000 dólares, más 200 anuales para su manutención. Eso sí, no tiene pareja.
Por eso, está indecisa. ¿Esperar a "conseguir" una pareja o recurrir a un donante de esperma para un procedimiento de inseminación? Pensó seriamente en la segunda opción, y fue a varias sesiones con un psicólogo especializado en maternidad. Pero por ahora, descarta la idea de ser una madre sola. "Me encantaría ser madre, conocer a alguien que me cree esos deseos. Me gustaría traer a alguien al mundo, pero que sea de a dos, que seamos compañeros. No alguien que venga y me diga Tengamos un hijo y veamos qué pasa. Quiero tener un socio que tenga el mismo deseo que yo, y hacer las cosas de a dos. No quiero clavarme yo".
A dos años de cumplir 40, Aurora siente el claqueteo de las agujas de su reloj biológico, pero tiene sensaciones encontradas respecto a la frontera de las cuatro décadas. "Me preocupa la edad, pero es raro: no me siento vieja. Sé que no funciono igual que cuando era más joven, pero ahora bajé un poco la pelota respecto a esa preocupación. Veo mi entorno y no estoy rodeada de gente que me presione. En mi ámbito laboral no hablo de mi vida privada. En mi trabajo impera un ambiente un poco más conservador, pero como yo no hablo de mi vida, no me ponen incómoda con preguntas".
Lo que Aurora sí sabe es que la maternidad no será todo en su vida: "No quiero dejar todo por ser madre. Ponerme el delantal, los ruleros y quedarme en casa. Me encantaría traer un hijo para darle amor, porque tengo mucho, pero no quiero abandonar del todo aquellas cosas que también forman parte de mi vida".